El espectáculo como estética de la política. (antes de la postverdad. Segunda parte)


 

El espectáculo como estética de la política.

En el conocido ensayo sobre La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica, Walter Benjamin exponía su peculiar mirada sobre los avances técnicos en la reproducción de las imágenes. Faltaba algunos años (el texto fue escrito en 1936) para que la TV apareciera en el universo de las comunicaciones pero el autor reflexionaba certeramente sobre la importancia de la reproducción de las imágenes y la relación que las uniría con las masas (o el proletariado). No es este el lugar para repasar las nociones que Benjamin tan brillantemente observó, y con tanta anticipación describió en ese trabajo. Alcanza, en época de feria del libro, encontrar el ensayo y darle una repasada. Pero ahora nosotros pasamos directamente a la conclusión. El ensayo terminaba con un análisis político sobre el desarrollo del cine del momento, posiblemente una de las influencias fueran los documentales de Leni Riefensatahl, la reconocida documentalista del tercer Reich. La meticulosa manera de mostrar las manifestaciones del partido nacional socialista, los planos generales mostrando el “movimiento de masas” quizás motivó a Benjamin a platear un dilema que la humanidad enfrentaba con estas nuevas maneras de formar y ver imágenes: o el arte se politizaba o lo que sucedería es que la política se volvería estética, una parte de la cosmética.

Se pueden considerar a estas ideas como desactualizadas. Incluso con una nula capacidad de reflexionar sobre una actualidad que supera en mucho los tiempos de Benjamin. Pero la idea de que la política se transforma en parte de la estética contemporánea, que se estetice la política, no parece una idea muy fuera de lugar. Sabemos que la imagen política o la imagen de los políticos es algo que se encuentra siempre presente en todas las campañas. Incluso esto forma parte de la “carrera” de los políticos. Trascender por medio de una imagen que se construye, en la que además participan muchas personas, incluido claro está el periodismo. La imagen pública de un político en todo caso es el producto del trabajo de muchos otros además del interesado y claro está, depende mucho de los periodistas.

 Por supuesto que el dilema planteado por Benjamin no conspira con la posibilidad de construir una imagen política. Este no sería un punto negativo. La balanza cede su peso al lado de lo cuestionable cuando lo político o el político solo está sostenido desde lo cosmético solamente. Al parecer un fenómeno de este tipo, que despertó nuestro interés, puede verse en la televisión (denominada nacional) generada desde la capital del país.

Hace un tiempo un debate,  que no trasciende como tal, circula con acusaciones cruzadas entre un grupo de periodistas. El ahora desafortunado Jorge Lanata cabeza del sector más crítico al gobierno y Luis Ventura, periodista de espectáculos, quien reúne el conjunto de odios y broncas al primero. Este último logró incorporar la idea entre los desertores del “gordo” que el programa conducido por este, es un show mediático disfrazado de periodismo serio. Este argumento golpea en el lugar donde la legitimidad de Lanata se asienta y es en la trayectoria de periodista político serio que posee o poseía. Esta acusación gana legitimidad porque la otra parte, Luis Ventura, tiene credibilidad dentro del mundo del espectáculo. Algo así como: -si Ventura dice que esto es parte del show business será así; porque a la vez, Luis Ventura legitimó su carrera dentro del periodismo de espectáculo.

De alguna manera Luis Ventura acusa a Lanata justamente de estetizar la política, sin necesidad de usar estos términos. De mostrar un producto cosmético en el cual lo que importa son los valores del show business: el rating o el share, pelear por el mayor volumen de publicidad, entretener, divertir, distraer. Al seguir y enfocarse en estos objetivos deforma la realidad, la fuerza, la dobla para hacerla vendible. Fuerza la realidad para acercarla a una audiencia que se relaciona muy bien con la fantasía. Muestra la fantasía de una realidad que no es otra cosa que el maquillaje de un programa político serio. La fantasía pertenece al mundo del espectáculo y en el mundo del espectáculo la verdad es algo que realmente sobra, es un remanente sin importancia de lo que era la realidad.

El periodista de espectáculos acusa a Lanata de correrse a “su” terreno, de jugar en “su” cancha. La verdad que tiene en la mano el periodista de espectáculos es imposible de rebatir: - Lanata recurrió al escándalo para impulsar su programa de televisión sobre la política nacional. Todo el mundo con algún vínculo o interés en los medios de comunicación sabemos bien que el escándalo o la conmoción es el vector más importante del espectáculo contemporáneo. El escándalo vende. Vende publicidad, vende tapas en los diarios, vende atención del público, horas de producción, vende productos de todo tipo. El escándalo  posiciona nuevas figuras, las crea; crea las nuevas estrellas del show business. No es importante si es inventado o no porque la verdad de la realidad le resulta indiferente a la audiencia. Más creíble y deseable es la verdad de la fantasía.

Alguno puede pensar que a esta caída de una parte del periodismo “serio” le sigue por otro lado la politización del espectáculo. Al fin y al cabo los políticos y la política también hoy circulan en los programas de chimentos, las “figuras” de la tele proponen análisis de la realidad social y declaran su adhesión a tal o cual partido, son candidatos o candidatas. Jorge Rial en el preciso momento en que estas líneas se escriben entrevista a la Presidenta y no a Susana.

Lo que nos queda por decir es que el espectáculo tiene muy poco de arte, y lo que persiguen estos políticos o cierta política justamente en este no es aquel. Esto no es una novedad, ya en los noventa tuvimos una fuerte inyección de este debate, de una dieta de pizza y champagne. Quizás lo nuevo, lo novedoso, la otra cara de la misma moneda, el Ventura de Lanata, el Majul de Rial, sea que en la actualidad el espectáculo tiene la máscara de la política. La cosmética la aporte la política a un espectáculo que se está quedando sin arte. Una versión nueva de la estética política.  

Observatorio de Medios Mendoza. Andrés Collado (2013)

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