Mentira la verdad: la vergüenza que debería tener el periodismo en la “Argentina”.

 

Voluntarios juntaron agua y alimentos para ayudara los vecinos afectados por la terrible inundación
de La Plata. Ricardo Pristupluk - LA NACION

En las últimas semanas los medios de capital en nuestro país parecen recrear la realidad del esta frase de una forma abusiva y exagerada, que pedimos prestada para nuestro título. La referencia es al programa emitido en el canal Encuentro, de la grilla estatal, donde la idea es presentar reflexiones sobre la realidad desde la filosofía. El punto de partida de estas reflexiones es la de hacer preguntas, incorporar dudas, sobre lo que damos por sentado desde nuestra cotidianeidad y con este ejercicio profundizar en nuestra percepción y comprensión sobre la realidad. Si uno está distraído y salta la propuesta del programa corre el peligro de quedarse con un título que parece contradictorio y quizás con la falsa idea que debe participar en la elección entre una y otra, cuando esto no es obviamente una opción razonable. Esto segundo pareciera la línea dominante de los llamados medios nacionales de televisión, sin excepción de los que favorecen al gobierno o de los que se oponen.

Una breve crónica. Entre el lunes 1 y el martes 2 de abril pasado, solo unas semanas atrás, una tormenta azotó todo el este de la geografía nacional, anunciada por los pronósticos meteorológicos. El mismo martes transcurrida la tarde, llegando al prime time, los canales de televisión “porteños” estaban ocupados en transmitir los desastres de la tormenta producidos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En una síntesis polarizada las miradas sobre la catástrofe pueden haber recorrido una serie de gamas contenidas entre dos extremos. El primero marcado por el programa de María Laura Santillán en TN, quien analizó el tema desde la excepcionalidad de la proporción del fenómeno meteorológico y en el otro lado, el programa de la Televisión Pública, 6, 7, 8, en el cual responsabilizaba al jefe de gobierno Mauricio Macri de las consecuencias por la falta de obras que no se realizaron en su gestión. Sea cual fuera la verdad de la mentira, la televisión nacional recién el día miércoles 3 de abril se daba por enterada que la tormenta que se desató el mismo martes tenía una dimensión de catástrofe fuera de la CABA y arrasó la capital de la provincia de Buenos Aires en La Plata. Con las posibilidades existentes de emitir en vivo de estas cadenas, con la amplia capacidad de acceder a la noticias, no cabe duda de que decidieron silenciar durante horas estos hechos lamentables. Incluso hubo quienes negaron la dimensión de los mismos. Esta decisión editorial no se puede pasar por alto y sin duda es una mancha negra en el periodismo nacional.

El domingo 14 de abril, un informe en el programa del periodista Jorge Lanata sobre el recorrido del dinero entre las obras públicas en Santa Cruz y el gobierno nacional en el cual aparecen un par de personajes conocidos con vínculos con la farándula vernácula, borró de un plumazo de la agenda televisiva el tema de las inundaciones en La Plata y CABA. Un nuevo tema conmociona el espectro televisivo y radial nacional atravesado entre el mundo del espectáculo y de la política en un menjunje al menos raro. Nuevamente más allá de la mentira y la verdad, los extremos, esta vez con menos grises que el tema anterior, vuelven a poner en juicio el discurso del otro frente a la Opinión Pública.

Desde el Observatorio de medios intervinimos en otras ocasiones intentando acercar una mirada sobre los medios que promueva una reflexión crítica sobre el periodismo y los medios y que esto no implique un juicio condenatorio al ejercicio de este. En este caso nos gustaría proponer algunos puntos para aportar al necesario debate sobre el periodismo, la realidad y los medios. Debate que debe superar la instancia de la exposición de televisión y debería ser aprovechado por distintas instancias e instituciones que componen el Estado, sean gubernamentales y no.

La muerte de Sócrates (La Mort de Socrate) 1787
 realizada por el artista francés Jacques-Louis David.
Fuente: Wikimedia commons
Aunque de a ratos se desdibuje, el marco de esta disputa de verdades mentirosas o mentiras verdaderas se da en el medio de la aplicación de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. La aplicación de la norma no tiene pocos problemas tanto para el gobierno como también para el principal referente de la oposición elegida por el primero en el grupo Clarín. Sin embargo desde una serie de espacios que se encuentran entre la multitud de “grises” en octubre del año pasado, la Red de Investigadores en Comunicación elaboró un documento que intenta exponer una mirada muy diferente a la vista desde los medios nacionales: “Se trata de dificultades, tensiones y luchas que a nivel nacional están planteadas en un sentido, pero que en las provincias argentinas presentan especificidades que, por su condición de periféricas, no han sido contempladas en los grandes debates y discusiones públicas que se han hecho visibles. Determinación del centralismo y desconocimiento de las realidades provinciales múltiples y muy variadas producen una simplificación que niega y encubre muchos problemas.”

La pluralidad de voces argumentada desde los polos de esta discusión es una pluralidad con pocas ideas. Una pluralidad simplificada y engañosa que representa mucho los ánimos en los cuales se discute la política en la ciudad de Buenos Aires que ideas amplias, de contenido profundo que admitan la complejidad de todo el territorio. El documento que citamos apela a discutir la corriente aplicación de la nueva ley intentando superar el actual pozo de ideas en el cual ha caído el debate sobre los medios y la comunicación: “Desde la Red Nacional de Investigadores en Comunicación creemos que la discusión por el destino de la aplicación de la nueva normativa excede ampliamente algunos de los ejes que parecen haberse impuesto como centrales, tales como la lucha Clarín versus Gobierno, la “desinversión” de los grandes grupos, o la redistribución en tres tercios de la propiedad de los medios de comunicación audiovisuales.”

Quizás el centralismo porteño, que nos embarra a todos con un debate que a medias nos toca, con protagonistas que no pertenecen a la escena electoral local y desconoce las virtudes y pobrezas del “interior”, no sea el peor de los males de este juego de mentira la verdad. Al final lo que queda al descubierto es justamente aquello por lo que los extremos de los polos se enfrentan, o parecen enfrentarse: la soberanía de la verdad. La representación del debate sobre medios y poder o medios y política bajo estas perspectivas pone en duda la noción misma de verdad. No existe la verdad con la que algunos, o muchos, nos las arreglábamos para tener una opinión sobre las cosas de interés social. Pero poner en duda la verdad que algunos festejan como si estuvieran en un pelotero deja al descubierto las razones del silencio o la distracción por la desnudez del rey. Para poner en duda la verdad de esta manera es necesario dejar muy en claro la realidad del poder. Así en singular, la del poder sin medias tintas.

Uno de los puntos de la disputa sobre la verdad proviene de un viejo debate en el periodismo sobre la objetividad de la noticia. Desde hace tiempo cuestionamos el paradigma de la objetividad de la noticia, no solo en las academias, también en las redacciones, mesas de café, seminarios, etc. Es tan extenso y compartido que no es necesario dar muchas más explicaciones. Sin embargo este debate que servía de autocontrol sobre la profesión dejó de ser eficaz enarbolando la subjetividad de la noticia. No es necesario discutir que es noticiable, qué es de interés público, o que es lo importante para informar porque amparados sobre un conjunto de “ideas” lo noticiable es aquello que colabora con éstas. ¿Dónde se discuten estas ideas?, ¿dónde se puede participar del debate de las mismas? Al final del día la respuesta de unos y otros es similar: unos aconsejan que votes una opción política, los otros que elijas un medio de comunicación. Como si votar no implicara una opción en el mercado electoral y elegir un medio no implicara votar una convicción política.

Muchos nuevos pensadores gozan de sí mismo, en una demostración de vanidad intelectual propia de las/los “star system”, con su brillante explicación sobre la inexistencia de una verdad absoluta. Sin embargo con dos segundos de reflexión cualquiera da cuenta de que este axioma no puede ser un punto de partida para pensar el poder y la comunicación. En primer lugar porque la misma declaración contiene su nulidad. Si no existe la verdad absoluta ¿por qué debería ser absolutamente verdad este axioma? El festejo a la subjetividad de la noticia como si finalmente hubiésemos encontrado la piedra filosofal, no parece ser una verdad útil sociablemente. La exaltación de una subjetividad revelada (que bien deberíamos poner en duda, o acaso ¿alguien en este planeta puede dar cuenta de la totalidad de sus pensamientos e intereses?) confunde la realidad empírica con la racional, se mezclan el mundo concreto y el del pensamiento. Confunde el periodismo con las ciencias sociales, y al final no se hace ni una cosa ni la otra. Se presenta un Cambalache donde periodistas hacen de profesores, sino de “padres orientadores”, profesores que trabajan cuatro horas y tres meses de vacaciones, y médicos que tiran petardos para aumentar ¿el salario o su trabajo?

El carnaval de la subjetividad periodística y la anunciación de la objetividad social parece manifestar la crisis de lo que consideramos verdad, pero con esto también nos llevamos puesto el valor que tenemos de la misma y por supuesto su utilidad social. No es propio de nuestro país, y quizás sea beneficioso más adelante. En la riña desprolija donde todos dicen que dicen la verdad e intentan demostrar que el otro miente la Opinión Pública probablemente concluya en que todos mienten. Esto deja una sensación de que no saben jugar a mentira la verdad, bajo la sospecha de ser el gordito de la cuadra, el que se lleva la pelota para quedarse con el juego entero.

Andrés Collado 2013


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