Más allá de La manzana de las luces

Vitraux central, Pasaje San Martín. Mendoza

La arquitectura circundante a la plaza San Martín de nuestra ciudad inspiró a Arturo Roig para identificarla como La Manzana de las Luces. Un título nada casual o descriptivo, y que nos va a llevar algunas líneas desenvolver algunos de los sentidos encerrados en este. Para quienes vivimos por acá reconocemos la importancia de esta plaza; por mucho tiempo, punto de referencia del desplazamiento de las personas debido a que en sus comienzos fue el centro de la “ciudad nueva”. En el medio de la hectárea, la escultura ecuestre del Gral. San Martín afirma el nombre del espacio abierto; y a partir de este punto podemos dirigirnos hacia los edificios que rodean la plaza para comenzar a desentrañar la inspiración del título de Roig. En una de sus esquinas encontramos el ex Banco Hipotecario (1929, arquitecto Estanislao Pirovano oriundo de Buenos Aires, y la construcción estuvo a cargo de Nicolás Seminara y Compañía.), levanta su fachada retirada bastantes metros de la ochava de las calles España y Gutierrez. Un ejemplo cuidado de estilo neocolonial del periodo barroco español[1]. Rápidamente cualquier persona puede dar cuenta de la influencia otomana en este edificio en las mayólicas que adornan su interior. La otra cita arquitectónica de Roig es sobre el edificio del ex Banco de Mendoza (1914-1918, arquitecto Ernesto Martinelli, ingeniero Carlos Agote) en las esquinas de 9 de Julio y Gutierrez, destinado en el presente al Espacio Contemporáneo de Arte (ECA, en remodelación a la fecha: setiembre 2019) En este caso el ejemplo es un estilo neoclásico español (en algunas referencias citan al clasicimo francés, o también neoclásico italianizante), con el frente redondeado acompañando la ochava de la esquina, el acceso con escalinata concluye en las amplias puertas entornadas en dos columnas dóricas, que sostienen una frontón donde se alojaba un reloj. El remate del frente concluye con un imponente conjunto escultórico, con dos figuras humanas rodeando un escudo.

La mención a las luces sobre esta manzana alude a la corriente de pensamiento conocida como iluminismo o ilustración, y si bien podríamos enredarnos en los muchos debates alrededor de estas ideas rescatemos lo que parece destacar el mismo Roig; el despertar del pensamiento, y este caso, el despertar propio del pensamiento regional. Si bien este movimiento intelectual en la provincia proviene desde el s. XIX, los dos ejemplo que reconoce Arturo Roig en la arquitectura ratifican el poderoso proceso de síntesis proveniente desde la independencia colonial y la apropiación de ideas heredaras de aquel periodo. No se trata de una rendición tardía al imperio que conquistó estas tierras, sino un reconocimiento, para bien o mal. Nuestro lenguaje, el castellano y cultura en general tienen su origen en los aportes del viejo imperio ibérico. Al fin y al cabo No existe un documento de cultura que no esconda una barbarie, y la Manzana de las luces, ejemplifica esto con precisión. A principios del s. XX todavía estaba lejos el re-descubrimiento y reivindicación de los pueblos originarios, a excepción de las hartas mencionadas acequias.

Si ampliamos este ejercicio planteado por Arturo Roig, mirar la arquitectura y el urbanismo involucrando otros conocimientos, nos encontramos con un proceso histórico bastante más amplio que el periodo de las luces. En otra de las esquinas se encuentra la basílica de San Francisco (1875, proyectada por el arquitecto Urbano Barbier, para la Orden Franciscana), con fachada neorrománica, copia de las basílicas europeas, representa el viejo poder colonial-eclesiástico que dio comienzo a la ciudad de Mendoza. En otra de las esquinas reconocemos, esta vez sin fecha precisa pero seguramente pasado mediados del siglo XX, la construcción de edificios modernos. El recurrente cubo racionalista, con ventanas de vidrios espejados, destinado a usos de servicios bancarios y financieros. En resumidas cuentas el último poder económico del siglo XX que configuró la urbanidad de nuestra ciudad.  

Edificio Gómez, ciudad de Mendoza
Me gustaría mencionar dos edificaciones más, alejados de la Manzana de las luces, significativas porque sin duda marcaron el perfil urbano moderno de la ciudad de Mendoza. El primero, coetáneo a los ex-bancos anteriores, El Pasaje San Martín (1926, por iniciativa del empresario bodeguero Miguel Escorihuela Gascón, proyectado por el ingeniero Ludovig Froude y dirigido por el ingeniero Edmundo Romero, realizado por la empresa F.H. Schmidt). Esta construcción es el primer edificio en altura de la ciudad coronado con una torre terminada en cúpula frente a la calle principal Av. San Martín en esquina con la peatonal Sarmiento. Contiene dos galerías perpendiculares entre sí (formando una T), destinadas a la instalación de diversos negocios, construidas en forma de bóveda casetonadas de “cañón corrido”. La iluminación es proporcionada por tres cúpulas de forma cenital mediante claraboyas con vitrales de colores y motivos floreales. La inspiración estética claramente francesa, sirve para inaugurar nuestro primer “templo del comercio y la mercancía” como tempranamente reconoció a estos lugares Walter Benjamin registrado en su reconocida Obra de los pasajes. El pasaje San Martín constituye la concreción edilicia de un giro cosmopolita-moderno de parte de los sectores dirigentes provinciales, quienes reconocían a París como el centro de la cultura y al cual deberíamos sino aspirar, acercarnos. La otra construcción, el reconocido edificio Gómez (1953, proyectado por el arquitecto Manuel Civit) dentro del Estilo Internacional, y más allá de otras características siempre tuve la impresión que nuestro emblema urbano es la copia a escala del Empire State Building, en Nueva York.  Este último entonces marcaría un nuevo horizonte de referencia de los sectores dirigentes provinciales de post-guerra, quienes reconocerían a Nueva York como la nueva capital de occidente.

Este recorrido dónde reconocemos en las formas arquitectónicas las fuerzas sociales que moldean el espacio, está expuesto a un nivel altamente técnico en una publicación editado por la Faculta de Filosofía y Letras de la UNCuyo en el año 2011: La dinámica espacial del desarrollo del gran Mendoza particularmente de su núcleo. De este trabajo, escrito por Josefina Ostuni, tomamos prestado una idea donde la autora a su vez cita, de otros autores, lo siguiente:

Las formas básicas (casas y calles) de un determinado período son cambiadas, son hibridadas con nuevos edificios, los lugares son amalgamados y subdivididos y las calles modificadas. Todas son el producto de sucesivas fases del crecimiento, cada una de las cuales ha sido objeto de la influencia de las fuerzas sociales, económicas y culturales; y agrega Josefina la fuerza política.

Pensar la arquitectura y la urbanidad un poco más allá de las condiciones de habitabilidad, de protección de nuestros cuerpos, de la contención y el tránsito de los mismos, de las acciones públicas o conductas; como detenerse frente a una vidriera para observar el “collage” de objetos a la venta, expone nuestra existencia de manera singular. Pasear, ir a la plaza, shoppinear, cumplir el ritual de mirar una película entrando a la sala con una balde de Pop Corn y un vaso gigante de hielo y gaseosa, acciones todas donde están involucradas nuestro libre albedrío, nuestra idea contemporánea de entretenimiento y de ser felices. Todas estas conductas, observadas como hicimos al principio, revelan las fuerzas simbólicas que guían esa libertad y albedrío. Los marcos dónde se moldean las conductas desplegadas en nuestra sociedad. La forma civilizada del capital.

Empire, Film experimental, Andy Warhol

El secreto de esta fuerza simbólica radica justamente en su invisibilidad, en mantenerse oculta a nuestros ojos sin mostrar los cables que guían las conductas propias. Así las elecciones, los tránsitos, las caminatas surgen como una percepción personal del mundo, como enteramente generadas desde nuestra exclusiva voluntad. Pero deberíamos decir algo más sobre esto, porque no se trata de advertir a quienes se acerquen hasta acá con su atención de  que somos prisioneros/as de un maquiavélico plan de alguien o algunos pocos. Tampoco somos títeres de una voluntad ajena, personal u omnicomprensible, el poder invisible que guía nuestras voluntades lo generamos nosotros/as mismos/as en el largo recorrido de armar esta sociedad. Como todo proyecto experimental, con consecuencias no previstas con las cuales tenemos que lidiar, aún no  queriendo.

Existe un lado B de esta mirada sobre la arquitectura y el urbanismo, o si se prefiere, un lado A. Cuando justamente las fuerzas constituyentes de las formas urbanas y la arquitectura están deliberadamente expresadas, cuando se trata de un proyecto explícito. Y la expresión de las formas, desde hace algunos siglos, tiene un práctica entusiasta en el arte. Entiendo, alguien en este momento estará preguntándose si no es una especulación algo generosa en función de impresionar, o generar un shock. Nada de eso. En realidad pienso en las corrientes del socialismo utópico del s. XVIII (Henri de Saint Simon, Michel Chevallier[2]), quienes promovían la unión del arte y la industria, y pretendían conjugar sus fuerzas para darle rostro al mundo del futuro. No deje confundirse el o la buena lectora por el término de socialismo utópico. En definitiva este movimiento estaba asociado a ciertas burguesías ilustradas europeas, y si de proyectos inconclusos o perdidos vale la pena mencionar, recordar que esta era una de las versiones o direcciones posibles de la burguesía. Claramente no prosperó como línea principal del desarrollo del capitalismo. Como se sabe, durante el s. XIX el ideal de la mano invisible del mercado comenzó a consolidarse como propuesta para la conducción de ese proceso.

Seguramente habrá muchos ejemplos del tipo anterior en nuestra provincia, desconozco cuántos, pero en este momento recuerdo dos. El primero, el proyecto de las casas colectivas (proyectados por los arquitectos Manuel y Arturo Civit, en la actualidad el Bº Cano), prometían resolver el problema de habitación para los mendocinos definitivamente. El optimismo de cumplir con esta promesa estuvo legítimamente fundado con la presencia en la provincia del hormigón armado, una novedad incorporada a la construcción local. La proyección del barrio se hizo en la década de los años ’30, sin embargo concluyeron a finales de los ´40 debida cuenta que los cálculos de costos del nuevo material salieron de los límites de las posibilidades de la mayoría de las familias mendocinas. De viviendas populares pasaron a convertirse en domicilios para la clase media acomodada. El estilo moderno del barrio conocido como “marino”, marca una continuidad con la obra de las playas serranas proyectadas por los mismos arquitectos. Como testigo de esta denominación, la baranda de metal con la que remata la pared de los balcones.

El otro ejemplo lo conozco un poco más. En febrero de 1971 los diarios mendocinos publican en sus páginas la proximidad de la concreción de una escultura novedosa para la provincia. La propuesta artística formaría parte de una importante exposición industrial llamada “UVEXPO 1971”, y llevaba como nombre “escultura habitable”, creación de Edgardo Robert (1935-2000). El objetivo consistía en vivir “el arte por fuera y por dentro” como estrategia “para la integración espacial y humana.” El destino de la obra fue la destrucción lenta de la estructura hasta llegar a su completo desarmado en las playas del ex-zoológico de Mendoza. Había sido emplazada inicialmente detrás de la escuela “Martín Zapata” y luego del evento de la UVEXPO, aparentemente no volvió a utilizarse como un espacio destinado para los artistas locales. Se la retiró del parque original,  y después de un periplo corto terminó siendo “desmontada” por razones de seguridad e higiene. A diferencia de los ejemplos anteriores, esta propuesta pertenece al ámbito del arte exclusivamente, una variante de la escultura, o del arte público. En la actualidad tenemos muchos ejemplos sobre esculturas de gran escala, o masivas para usar un término contemporáneo. De hecho la corriente conocida como hiperrealismo suele usar grandes dimensiones en sus objetos proponiendo una variante de esculturas masivas. Son conocidas las esculturas de cuerpos humanos (en reposo usualmente, o trabajando y con cierta exageración en las gestualidades) del australiano Ron Mueck (n. 1958 http://proa.org/esp/exhibition-ron-mueck-obras-1.php), o como el antiguamente conocido artista autodenominado Cristo (Bulgaria, n. 1935, pero su carrera se asocia a los EEUU)  quien interviene el espacio público con gigantes propuestas. Para poder apreciarlas es necesario “tomar distancia” de cientos de metros e incluso kilómetros (ver: Las puertas https://christojeanneclaude.net/projects/the-gates realizada en el año 2005). Muchos artistas exploraron estos caminos del arte urbano y la escultura, sin embargo el desdibujamiento de disciplinas como la industria y el arte, que no estaría nada mal actualizar, parece tener menos antecedentes en el presente. Gyula Kosice (n. 1924), artista nacido en un país desaparecido, Checoslovaquia, argentino por adopción, proyectó ciudades flotantes sobre el Rio de la plata, en el mismo año que la Escultura habitable, 1971 y la llamó La Ciudad hidroespacial. Si pareciera este un proyecto sobre ideas del pasado que la racionalidad contemporánea desechó, existe un continuador presente, Tomás Saraceno (Tucumán 1973, artista, arquitecto y performer) https://studiotomassaraceno.org/1160-2/. Inspirado en la levedad de las redes de las telas de araña imagina Ciudades en las nubes sostenidas por un principio mecánico similar al de estos artrópodos. El racionalismo contemporáneo señalaría la inviabilidad de semejantes propuestas, y quizás con mucha razón. Igualmente estos proyectos manifiestan con su imposibilidad una crítica al posibilismo del presente, posibilismo que anuda la desigualdad a la realidad como parte de la naturaleza. Por su parte, denominémoslo imposibilismo entonces a estos proyectos, una forma de manifestar una utopía frente a una realidad, si bien afirmativa. sin duda no alcanza.

Nueva arquitectura Andina, Freddy Mamaní
Desde la arquitectura contemporánea mendocina puedo compartir una referencia algo personal porque conozco a uno de los dos exponentes hace unos buenos años. Agustina Cejudo y Francisco Marti (del estudio Cejudo-Marti) trabajan con ideas propias desde la arquitectura en la propuesta de hábitats en nuestra provincia. Por fuera de las tendencias posmodernas de la arquitectura (Frank Gehry -1929- es uno de sus referentes más destacados), que según sus propias palabras “valoran el concepto más que la función”; recuperan las nociones de la arquitectura Moderna del siglo pasado, donde lo prioritario es la función por encima de las formas. Para quienes tengan curiosidad pueden googlear el nombre de Frank Wrigt (1867-1959) y profundizar un poco en las nociones de las ideas de la arquitectura moderna. Ahora bien, no compartir los planteos de la arquitectura posmoderna no implica necesariamente retomar un pasado expresándolo en la actualidad sin modificaciones, y desechar todo lo nuevo como si tratase de un elemento tóxico. Como sucede muchas veces, la crítica al presente y la recuperación de un pasado pueden encontrar caminos en una mezcla original. Una cita de este tipo de definiciones en la actualidad está representado por Freddy Mamani Silvestre (1971), albañil, ingeniero y arquitecto autodidacta, boliviano, quien con sus propuestas de “cholets” marca con un sello original y muy autóctono en un sector de la nueva burguesía boliviana, en el distrito de El Alto. Revisar acá: https://www.plataformaarquitectura.cl/cl/02-366672/el-surgimiento-de-una-nueva-arquitectura-andina-en-bolivia?ad_medium=widget&ad_name=navigation-prev Mamani Silvestre es quizás el ejemplo más interesante de arquitectura posmoderna con una fuerte impronta del pasado de la cultura aimara. Difícil de catalogar en una corriente, (Francisco Marti sugiere llamarlo Barroco Andino Futurista) o descripta como Arquitectura transformer en un trabajo publicado por la arquitecta Elisabetta Andreoli y la artista Ligia D’andrea con el título de “Arquitectura andina de Bolivia”.   El detalle de los colores, o el uso de recursos como el amontonamiento de formas estilizadas en el interior de sus edificios, o las fachadas que recuerdan al art decó, pero con un radical contraste de colores representan el orgullo de una clase social emergente en lo económico y que ha generado la capacidad de registrarlo en un bien simbólico singular. Posmoderno, menos por lo superficial o vacio, sino más bien por el exceso de recursos que “adornan” la estructura, similares a los trajes vistos en los carnavales de las comunidades andinas, donde el dorado y el rojo se juntan sin generar escándalo alguno.  

Las propuestas de Agustina y Francisco encuentran curso en la corriente contemporánea dejando atrás lo posmoderno, giro interesante dentro de algunas de las ideas que expusimos anteriormente. Al igual que Mamaní Silvestre recuperan el pasado, en este caso las ideas de la arquitectura moderna, para generar una expresión urbana contemporánea. Así subrayada, porque si vale la pena redundar, las propuestas de formas de nuestros amigos no se trata de expresiones posmodernas. Las fachadas de sus proyectos están despojadas de cualquier “maquillaje” y la intensión deliberada es dejar a la vista la expresión clara de los materiales que constituyen la obra. En sus proyectos los trabajos finales no poseen pinturas, volutas, cornisas, ningún elemento que no desempeñe alguna tarea específica en la maquinara de la que trata un edificio. Las formas de sus obras recuerdan al racionalismo moderno de manera muy clara, diría que surgen desde el proyecto…se presentan después de resolver los espacios interiores. Wrigt dixit. ¿Por qué entonces no llamarlo simplemente moderno, tardo moderno, neo-moderno? Tal vez puede ser así, pero existe algo que las trae directamente al presente… el amplio repertorio de materiales existentes de la actualidad y la forma de interpretar esa pluralidad.

En general cualquier obra piensa la forma y adapta los materiales a la idea original, nada de esto parece extraño. Sin embargo, y usualmente, esto trae aparejado un problema no registrado; “las sobras”, los restos de los materiales que tienen un destino menos noble. El criterio de utilización sobre los materiales en las obras, del par de nuestros arquitecto/a, están marcados por la noción de “sustentabilidad”. En primer lugar adoptan los standares de la industria como unidad de medida para proyectar el hábitat. De tal manera el proyecto surge como en un rompecabezas, donde todas las piezas encajan en una forma final sin “sobras”, ni desperdicios. Por otra parte la recuperación o refuncionalización de materiales. Como puede suceder con la madera que sirvió de encofrado concluya sus servicios siendo el piso de algún espacio del proyecto; o materiales con “valor patrimonial” buscados en demoliciones, chacaritas, y otros sitios como vigas de quebracho, o Pinotea para darles una nueva oportunidad de servicio.  Finalmente el trabajo sobre los materiales retoma las maneras de la artesanía, o del trabajo gremial, el realizado durante la edad media donde la maestría era traspasada de unos a otros. Un trabajo meditado, reflexivo, orientado desde el material con el horizonte del objetivo final. El trabajo sobre las nociones expuestas del material requiere una particular atención para llegar a una forma simple, identificada con una unicidad reconocible, agradable y formal.   

Me resulta curioso, y quizás a nadie más, las tres últimas palabras del párrafo anterior. Podrían acompañar sin dificultad lo hecho sobre una obra de arte. Y no se trata de llegar a la idea de la arquitectura como arte, un camino trazado desde la primera letra del escrito y por demás fundamentado. En lo personal me gustaría rescatar, a modo de programa político en tiempos de campaña… me gustaría rescatar, la necesidad de pensar al trabajo como arte.



[1] Aclaremos que esta denominación es la utilizada por el mismo Arturo Roig en las palabras de apertura en ocasiones de una edición de la Feria del Libro. Si bien esta denominación formalmente no contiene error, la fecha de realización del edificio toma una expresión actualizada, Neoplateresco español. Esta corriente arquitectónica originaria de la península ibérica de finales del s. XIX y principios del s. XX toma elementos de periodos anteriores, incluso mezclándolos, pertenece a las denominadas corrientes historicisitas.

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