Teoría de la comunicación. Parte 4



La escuela de Birmingham

           

            La discusión sobre cultura alta y baja o cultura de masas, construida como discusión teórica-académica desde el siglo XIX, también será tomada de forma innovadora por un conjunto de teóricos británicos. En 1964 se crea el Centro de investigaciones de Birmingham (Center for Contemporary Cultural Studies) que tiene como objetivo estudiar “las formas, las prácticas y las instituciones culturales, así como sus relaciones con la sociedad y el cambio social”[1] Este centro de investigaciones es quizás el más exitoso emprendimiento intelectual dentro de las corrientes críticas. Éxito “medible” por la amplia difusión de la metodología y enfoques utilizada en los trabajos y por la influencia ejercida a la investigación social en los diversos campos, todo reconocible sin dificultad en la actualidad.

            Si bien la fecha de inauguración se registra en la historia a mediado de los años ’60 los antecedentes de la conformación de este instituto nos lleva a casi una década hacia atrás. Después de la segunda guerra mundial, a finales de la década del ’50, en los comienzos de la guerra fría como escenario mundial, Richard Hoggart publica un libro con el título de. “Los usos de la literatura: aspectos de la vida de los sectores trabajadores con especial referencia a las publicaciones y el entretenimiento”[2]. En este trabajo: “El autor estudia la influencia de la cultura difundida en la clase obrera por los modernos medios de comunicación. Tras una descripción del entorno cotidiano de la vida popular, en la que hace gala de mucha sensibilidad etnográfica, este profesor de literatura inglesa analiza cómo las publicaciones destinadas a este público se integran en tal entorno. Según la idea central que desarrolla, existe una tendencia a sobrevalorar la influencia en las clases populares de los productos de la industria cultural. "No hay que olvidar nunca –escribe al final del trabajo de investigación– que la actuación de las influencias culturales sobre el cambio de actitudes es muy lenta y que, a menudo, queda neutralizado por fuerzas más antiguas. La vida del pueblo no es tan pobre como podría deducirse de una lectura, incluso muy atenta, de su literatura. La demostración rigurosa de dicha afirmación no resulta fácil, pero un contacto continuo con la vida de las clases populares basta para darse cuenta de su veracidad. Incluso si las formas modernas de ocio alientan a la gente del pueblo a adoptar actitudes que, con razón, se consideran nefastas, no resulta menos cierto que sectores enteros de la vida cotidiana permanecen fuera del alcance de los cambios" (Hoggart, 1970, 378)”[3]     

           
Es fácil apreciar cual es la nueva mirada sobre el tema de la cultura de masas en la propuesta de Hoggart. Si la crítica conservadora a la cultura de masas impugnaba a esta como un momento degradado de la verdadera cultura, y la crítica realizada por Frankfurt se había centrado en la noción de cultura “aristocrática”, sin reconocer a los sectores bajos y trabajadores, la propuesta de Hoggart incorporaba al debate sobre la cultura de masas a la cultura popular o cultura de sectores trabajadores. Esta nueva noción reconocía que los sectores populares o trabajadores (la forma de nombrarlos implicaba a la vez un reconocimiento de que no estaban por debajo de otra producción cultural) poseían objetos y construcciones simbólicas propias, además de lecturas autónomas sobre los productos de la industria cultural. Es decir que la supuesta influencia nociva de los medios masivos de comunicación,  (alienante en el caso de la crítica de izquierda y embrutecedora en el caso de la crítica conservadora) proponía un análisis que no mostraba la producción de (nuevos) sentidos por parte de los sectores populares. Es decir las críticas no mostraban cuales eran las interpretaciones de los sectores populares sobre los diferentes productos culturales de la cultura de masas e industrializada.

            Según el trabajo de Mattelart y Neveu, la escuela de Birmingham a mediados de los años ’60 “Se valen de las aportaciones de la escuela de Chicago para abrir la caja negra de la recepción y considerar la densidad de las interacciones en los consumos mediáticos. La recepción de los programas empieza entonces a constituir un tema de reflexión para algunos investigadores (…). De hecho, Hall reivindicará luego para su centro –y contra el Glasgow Media Group o las contribuciones de Philip Schlesinger– el honor de haber sido el pionero en la ruptura con el modelo estímulo-respuesta, que quedó sustituido por el interés dedicado a los efectos ideológicos de los medios de comunicación social y a las respuestas dinámicas de las audiencias. Pero si el interés por el tema de la recepción de los programas televisivos o radiofónicos empieza a constituirse en un rasgo característico de determinados investigadores, tampoco habría que apresurarse en concluir que es únicamente por este cauce que prosigue la ampliación del campo de estudios del centro.”[4]

             El interés por los sectores populares. 

            Otros dos importantes referentes, aparte de los mencionados Hoggart y Stuart Hall, son Edward P. Thompson y Raymod Williams. Estos últimos tienen antecedentes en la educación de adultos y mantienen contacto con la reconocida New Left Review.   Revista de los años ’60 que retoma los análisis marxianos e incluye en sus páginas notas sobre comunicación social, una excepción en Europa de aquellos años. Con estos dos últimos nombres se completa lo que se denomina los padres fundadores de la escuela de Birmingham o los cultural studies.

            Quizás el mas difundido de estos teóricos ingleses, Raymond Williams “(c)ritica el supuesto de que una cultura mayoritaria deba ser necesariamente de mal gusto: en primer término, a causa de que el nivel de instrucción y preparación es, por lo general insuficiente; en segundo lugar, porque los juicios acerca de lo que es bueno desde el punto de vista cultural se hallan demasiado influidos por la cultura eminentemente literaria de una pequeña minoría; por último, porque es posible que no reconozcamos su calidad a causa de que no nos resulta familiar y, lo que es aun más importante, porque la distribución de los culturalmente deseable refleja una estructura social particular en la cual una minoría controla los medios de comunicación y explota a la mayoría.”[5]

            En “The long revolution” (1965), al parecer libro que marca toda una línea dentro del centro según Mattelart, Williams certifica la ruptura de dos estructuras teóricas con respecto a los medios de comunicación y la cultura contemporánea. Por un lado rompe con la tradición literaria que había colocado a la cultura por fuera de los procesos sociales. Es decir los títulos como “cultura y sociedad” demostraban cómo las investigaciones oponían dos elementos que debían considerarse juntos, incluso desde el momento de comenzar a pensarlos o investigarlos. Según Williams la sociedad no puede considerarse separada de su cultura, muchos menos considerar que la cultura se opone a la sociedad. Sostendría Williams que: “La cultura es ese proceso global a través del cual las significaciones se construyen social e históricamente; la literatura y el arte no son más que una parte de la comunicación social”[6]

            Por otra parte E.P. Thompson en “The making of the english working class” (1968) inicia una polémica con R Williams a propósito de “The long revolution: le reprocha que aún debe demasiado a una tradición literaria evolucionista que se sigue refiriendo a la cultura en singular, cuando el trabajo de los historiadores demuestra que se trata de culturas en plural, y que la historia está hecha de luchas, tensiones y conflictos entre culturas y modos de vida íntimamente ligados a las culturas y a las formaciones de clases.”[7]         


  
Balance de los cultural studies.
           

            Como se puede apreciar en este breve recorrido, los aportes propuestos por los teóricos de Birmingham, redefinieron los enfoques sobre el debate cultural y los medios de comunicación de masas como protagonistas casi excluyentes en la cultura contemporánea. Al reconocer en los sectores trabajadores y populares la elaboración y apropiación creativa de expresiones simbólicas propias (marco donde se produce el consumo cultural)  trastocaron la imagen de la cultura como un elemento diferenciador de una elite social. Incluso es posible adjudicar a la actual idea de que todo es cultura a los aportes teóricos e históricos de estos intelectuales.

Poster Pop. Roberto Jacoby. 1968
            Pero abría que ampliar que estas visiones han generado y potenciado producciones en diferentes campo, e incluso los han conformados. En la actualidad las investigaciones de género se vinculan con los aportes de esta escuela cuando en la década de los años ’60 el feminismo militante se encuentra con los aportes de los cultural studies. Las investigaciones que incluyen y describen las tribus urbanas (sobre todo las relacionadas con los jóvenes y adolescentes) en las metrópolis mundiales y no necesariamente las capitales, estudios e investigaciones de cómo la música rock construyen los imaginarios de los jóvenes, etc. Estructuración y formalización de las investigaciones de sectores marginados y excluidos en el tercer mundo, entre muchos otros campos que en la actualidad conforman lo que se podría llamar una hegemonía teórica. Además de encontrarse representado, por diferentes intelectuales o departamentos, en distintos países de no sólo occidente sino también en oriente como India o China.


Andrés Collado    2006



[1] MATTELART, Armand y NEVEU, Eric en “La institucionalización de los estudios de la comunicación. Historia de los Cultural studies” pág. 3 Impresión digital 2004

[2] El título original en Inglés: “The uses of Literacy: Aspects of Working-class life with special references to publications and entertainments” (1957)

[3] MATTELART, Armand y NEVEU, Eric Idem anterior 

[4] Pág. 8

[5] MCQUAIL, Denis, “Sociología de los medios masivos de comunicación”, editorial Paidos, Buenos Aires, 1972, Pág. 41.

[6] MATTELART Armand y MATTELART Michele, “Historia de las teorías de la comunicación” editorial Paidos, Buenos Aires, 1997, Pág. 72

[7] MATTELART Armand y MATTELART Michele, Op. Cit. Pág. 72


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