TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN. PARTE 5
Escuelas Latinoamericanas de Comunicación. Introducción.
Sin embargo antes de iniciar este recorrido debemos
realizar una aclaración. En el presente se pone en duda – en contra de las
posiciones que afirman- la existencia de una corriente, casi autónoma (es decir
con características propias), de estudios latinoamericanos en comunicación
social. Algunos cientistas sociales insisten sobre la presencia de una “línea”
latinoamericana de investigación en comunicación social que se desarrolla de
forma creativa y autónoma de los aportes que ya hemos visto. Estas investigaciones
a veces se las nombra como estudios latinoamericanos. Otras posiciones,
critican la posibilidad de que los estudios realizados por algunos autores
latinoamericanos sean considerados como una corriente separada de las que hemos
estudiado. Se sostienen, en los argumentos, de que en realidad lo que se conoce
como estudios latinoamericanos en comunicación es una derivación del giro en
los enfoques producido por la escuela de Birmingham.
Antes de continuar recordemos brevemente como había
sido descrita la posición de Latinoamérica en relación con los demás países
modernos. Nuestro continente era considerado como parte de las colonias
europeas que configuraban las distintas fuerzas mundiales dominantes, desde el
siglo XV hasta el siglo XIX. En nuestro territorio y durante este tiempo las
distintas administraciones estaban bajo las órbitas de las coronas de España,
Inglaterra y/o Francia, según los diferentes momentos o según la geografía. Después
de las guerras de independencia y la constitución de los estados modernos (este
proceso se completa en nuestro continente a finales del siglo XIX) los términos de las relaciones
internacionales cambiarán. Nuestros países dejarán de ser colonias de algunos
países europeos y pasarán a cubrir un nuevo rol dentro de la producción
internacional de mercancías. El término de países periféricos, como se conoce a
los países de nuestro continente, describe una nueva situación internacional:
la presencia del capitalismo imperialista que es una nueva fase del desarrollo
del capitalismo monopólico, el cual estará encabezado por los Estados Unidos de
América del Norte, afirmado desde la primera mitad del siglo XX. Esta
descripción política-económica del desarrollo de nuestros países atravesó el
campo de la economía y la geopolítica; y se asentó en el desarrollo cultural y en
el de las ideas. Así se consolidó un discurso el cual marcaba también las
condiciones de dependencia en nuestro desarrollo cultural. Resumiendo, después
de la segunda guerra mundial, se consideran a las ideas y la cultura
circulantes por nuestro continente como un reflejo de los centros extranjeros,
signo de que el imperialismo también es cultural.
Retomemos el debate sobre los estudios
latinoamericanos en comunicación. Si la escuela británica había mostrado los
rasgos originales de la cultura de los sectores trabajadores y los grupos
periféricos de la sociedad, este mismo criterio podría ser aplicado a nivel
internacional. Como es de imaginar los planteos de Birmingham parecen el anillo
para el dedo de los cientistas sociales periféricos. Desde esta perspectiva se
pueden encarar los estudios sobre comunicación (y muchos otros) en relación a
la originalidad de una sociedad, y no lo que refleja ésta de la dominación o la
influencia externa. Dado este debate es que en la unidad hay una pregunta
abierta: ¿Los estudios latinoamericanos o los
estudios en Latinoamérica?
La disputa teórica no se cierra, pero cabe aclarar que
las posiciones favorables a denominar esta corriente de comunicación social
como latinoamericana encuentran nuevos apoyos desde otras disciplinas, y en
especial de una línea de investigación contemporánea. Nos referimos a los estudios de las ideas latinoamericanas y
la filosofía latinoamericana,
corrientes de investigación fuertemente consolidada. Estos son campos
diferentes a los estudios de comunicación y el periodismo, sin embargo
mantienen una relación no sólo por pertenecer al grupo de las ciencias sociales,
sino porque existen una cantidad importante de profesionales de la comunicación
trabajando en estas corrientes.
Comunicación y cultura como herramientas de liberación
en América Latina.
A pesar del debate académico sobre la originalidad o
no de estudios latinoamericanos en comunicación es posible evitar el
estancamiento del debate realizando un salto. Tal como lo hemos intentado en
los ejes anteriores nos centraremos en definir la originalidad de las teorías
propuestas en Latinoamérica incorporando el contexto social, es decir retomando
la historia y la política de nuestro continente. En todo caso tampoco han
existido históricamente propuestas originales, debida cuenta que cada tradición
le debe su presencia a diferentes aportes que exceden su presente histórico y
geográfico.
Uno de estos proyectos teóricos se encuentra
representado por una publicación que aglutinó y dio una forma singular al
debate de la comunicación y la cultura desde principios de los años 70 hasta
mediados de los años ’80. Nos referimos a la revista “Comunicación y cultura.
La comunicación masiva en el proceso político latinoamericano” la cual fue
elaborada por uno de los grupos de intelectuales más importantes a nivel de las
investigaciones en comunicación en América Latina: Héctor Schmucler
(argentino), Armand Mattelart (belga-residente en Chile) y Hugo Assman
(brasileño). Esta revista de análisis y crítica se inicia en Chile, en el año
1973, inmerso en el proceso final del gobierno de Allende y continúa hasta 1985
desde México. En sus 14 ediciones que componen el total de las publicaciones
tiene un breve paso por Argentina en el año 1974, donde se imprime desde Buenos
Aires después del golpe y la caída del gobierno de Allende en septiembre de
1973.[1]
Dos ideas son las que guían a esta publicación y justifican la relevancia para los estudios en teoría de la comunicación. En primer término, “Comunicación y cultura…” se enmarca dentro de una publicación bajo los términos de compromiso político, esto determinado por supuesto, como todas las corrientes críticas que hemos visto, por la influencia del marxismo. En segundo lugar incorpora al debate político latinoamericano “setentista” la importancia de la comunicación y su vínculo con la cultura. Por supuesto, estas dos instancias se articulan y definen una a la otra. Lo político determina la definición de la comunicación y la comunicación redefinía la acción política. Estas dos ideas, que recorrieron las diversas ediciones de “Comunicación y cultura…”, presentan el marco de referencia para comprender el desarrollo de la reflexión sobre la comunicación y el periodismo durante los años ’70, en nuestro continente.
Es importante diferenciar las escuelas de los estudios
en comunicación vistas en los ejes anteriores y la incorporación de
“Comunicación y Cultura…” dentro de nuestro recorrido teórico (Debida cuenta
que no se trata formalmente de una “escuela” o instituto tal como los
presentados hasta ahora). Sin embargo, a nuestro parecer, la
institucionalización dentro del campo científico por medio de escuelas o
institutos de investigación, etc. simplemente es una (1) de las maneras de
reconocer los aportes teóricos sobre un fenómeno o un objeto teórico particular,
en nuestro caso la comunicación. Esto no invalida que los aportes teóricos
provengan desde otros ángulos del campo científico, incluso sobrepasando a
este. Es en este sentido y en este marco donde incorporamos a “Comunicación y
cultura…” dentro de nuestro recorrido, es decir reconocemos sus aportes al
campo de la investigación en comunicación por medio de su compromiso político y
cómo desde este se redefinió y definió la comunicación en América Latina.
Aportes teóricos desde “Comunicación y cultura. La
comunicación masiva en el proceso político latinoamericano.”
Hemos avanzado en el párrafo anterior anunciando los límites teóricos a considerar de la revista “Comunicación y cultura…” teniendo en cuenta de que ésta no constituye formalmente una escuela. Determinar los límites de los aportes de este proyecto político-editorial no significa restarle importancia a las reflexiones del campo durante esta etapa; o que los aportes, por ser políticos, no tienen importancia científica. Utilizamos el término de límite para marcar o señalar (exageradamente) la articulación de la reflexión científica con la realidad política y social de una geografía determinada. Tal como lo hemos hecho en los ejes anteriores. En este caso particular la reflexión científica en “Comunicación y cultura…” tiene como contexto un periodo bastante complejo para América Latina: habíamos dicho ya, la última etapa del gobierno de Salvador Allende en Chile, el avecinamiento de la dictadura de Pinochet; sumado a esto la radicalización de los movimientos de guerrilla y la represión militar por parte de los Estados en América Latina y paralelamente la política de ayuda militar y estratégica de los EEUU a las dictaduras de nuestro continente coincidiendo con la frustrada intervención en el sudeste asiático, con la derrota en Vietnam. En este apretado resumen se puede apreciar que los esfuerzos por reflexionar sobre el fenómeno de la comunicación se vincularían de manera muy estrecha con la realidad social y política que se presenta en América Latina durante este período.
Hector Schmucler. |
El esquema interpretativo que venimos elaborando,
desde los ejes anteriores, plantea -en mayor o menor medida- que es posible
describir el tipo de sociedad representada a partir de la teoría que se propone
para resolver un determinado fenómeno. Podemos acercarnos, por medio del
estudio de las teorías, a los problemas que a su vez definieron la realidad
social de ese momento histórico. Así los aportes teóricos tienen la doble
potencialidad de describir un problema pero también de que éste se inscribe
dentro de las condiciones de la sociedad de donde emerge.
En las líneas siguientes presentaremos, de modo
esquemático, algunos de los aportes de esta revista a los estudios en
comunicación desde América Latina con las intenciones de que también colaboren
a pensar sobre la época en la cual fueron planteados:
- Expansión del campo de investigación en
comunicación: los directores describen a la comunicación desde un punto de
vista bastante definido ”La propia elección del nombre instalaba como un hito
una relación: la comunicación debía pensarse junto a la cultura, aunque no
significaba ‘culturalismo’, más bien se sostenía en una dialéctica
cultura/sociedad”[2]
La comunicación masiva expande el campo de estudio de la investigación, se
involucran en el mismo la economía, la política, obviamente la cultural y
también el sistema escolar.
- Apuesta por la definición de comunicación masiva:
adoptando esta categoría desde el sub-título de la revista, y aclarada en la
editorial del primer número, Se separa
de la categoría de industria cultural y se acerca al de cultura de masas, esta
última abandonada por los frankfurtianos. Según el trabajo de Lenarduzzi sobre
esta publicación el acercamiento a esta segunda categoría (cultura de masas) es
producida por la aparición del “pueblo” en la teoría. Esto se diferencia de la
de masa y la de audiencia elaborada por los estudios administrativos o de la comunnication research. Sin embargo es
necesario aclarar que cultura de masas para los directores de la revista era un
equivalente de la cultura burguesa, es decir de la cultura dominante.[3]
- Crítica al funcionalismo y al estructuralismo norteamericano. Nosotros lo vimos en el eje 3 como simplemente la escuela funcionalista. La crítica de los participantes de la revista se dirigía al esquematismo de la representación social en la teoría provenientemente del norte. La idea de “sociedad terminada” y acabada que proponía el funcionalismo se presentaba como una condición para describir al mundo desarrollado, un modelo al cual había que copiar. Esto implicaba, por supuesto, que cualquier experiencia diferente a la sociedad de consumo experimentada y promovida por los Estados Unidos de Norteamérica se lo tomara como una vía equivocada para el desarrollo. Por otra parte también elaboraron una interpretación crítica de la variante lingüística de la comunicación del estructuralismo. Como sabemos el esquema de la lingüística estructural promovida por Jackobson desde los Estados Unidos de Norteamérica, el esquema E-M-R, se leía como una extensión de la descripción de sociedad terminada, igual a la descripción promovida por el funcionalismo. Si bien esta mirada sobre nuestro objeto representaba un gran avance desde la teoría hipodérmica, el esquema lingüístico no daba cuenta de lo que se disponía de fondo, es decir: la propiedad de los medios, la intencionalidad ideológica del Emisor etc.
Nestor García Canclini |
- Si bien las investigaciones dentro de la revista criticaban
al estructuralismo y al funcionalismo, el blanco principal de las críticas se
dirigía a
El impacto de las lecturas semiológicas se dirigía
hacia el “descubrimiento” de la ideología dentro de los mensajes de la
burguesía. Es en este marco que “Cómo leer al pato Donald” se incorpora como
uno de los trabajos más importantes en América Latina dentro de los estudios de
comunicación social.
- Reflexión sobre la tecnología: uno de los momentos
teóricos más originales, bajo nuestro parecer, de “Comunicación y cultura…” fue
–siguiendo las palabras de Víctor Lenarduzzi- “sentar las bases teóricas de
aproximación (al) problema de la tecnología y sus impactos socio-culturales”[5]
Las observaciones relacionadas como en el cambio tecnológico, planificadas desde
grandes empresas de satélites y del mismo estado norteamericano, se incorporan
a la revista en los primeros números. En la década de los ’80 el tema de la
tecnología de comunicaciones masivas en una nueva era[6]
se convertiría en uno de los ejes centrales de la reflexión de los estudios en
comunicación social. Esta problemática se instituye como un tópico cada vez más
recurrente en los investigadores en comunicación social, pero fundamentalmente
su influencia se expande hacia los estados nacionales[7].
A este complejo contexto, político-geográfico-comunicacional, se lo conoce (o
conoció) como el NOMIC (Nuevo Orden Mundial de
“Quien, por lo general, abordaba el problema en cruce
con su dimensión filosófica era Héctor Schmucler, preocupado –desde cierta
inspiración hedeggeriana- por la razón que se manifiesta como dominio y forma
de conquista y proclama la superioridad del hombre –su arrogancia- sobre el
mundo a través del “cálculo” y el “control”. Pero esa arrogancia –de la que la
idea de “existencia” muestra el límite- olvidaba el ser e incluso reducía el
momento creativo de la razón al ejercicio del dominio (Schmucler 1984)”[8]
Otro de los aportes críticos al desarrollo tecnológico
de la comunicación dentro de la revista en los años ’80 sería el de Salinas
Bascur quien evalúa al problema desde una perspectiva socio política. “Luego de
revisar la situación de los países de América Latina y el Tercer Mundo en
relación a las nuevas tecnologías y de señalar la necesidad de formular
políticas, Salinas Bascur objetaba la persistencia de ‘una concepción de la
información que reduce al fenómeno de los medios masivos, y que al mismo tiempo
le adjudica sólo un papel ideológico a la sociedad (…) Hoy esto sigue siendo
cierto, pero ocurre, además, que la información se ha insertado en el corazón
mismo de la economía y que, más allá de su papel en la esfera ideológica y del
consumo, es un recurso primario de la
producción (Salinas Bascur 1984)”[9]
Uno de los referentes principales de
los estudios latinoamericanos o en Latinoamérica es el colombiano Jesús
Martín-Barbero, que junto a Néstor García Canclini (argentino radicado en
México) constituyen el par de autores más referenciado en los antecedentes de
los estudios de comunicación en Latinoamérica. La referencia por supuesto es
tanto positiva como negativa debida cuenta, como decíamos al principio de este
eje, según sea la posición que adopte el lector en el debate sobre los estudios
en Latinoamérica o estudios latinoamericanos.
En
1985, Jesús Martín-Barbero, publica un
libro, (en la actualidad sigue siendo un faro dentro de la línea teórica
latinoamericana) bajo el título: “De los medios a las mediaciones.
Comunicación, cultura y hegemonía”[10]. Usamos la metáfora del
faro no como ejemplo de “iluminación” que señala un camino, más bien la
metáfora recupera la idea de una herramienta que sirve de referencia, como los
faros a las orillas de una playa. A pesar de las críticas realizadas durante
todo este tiempo, las ideas planteadas por Barbero a mediados de los ochenta (y
por su parte por los mismos años Canclini), todavía son fuente de antecedentes
y argumentos para las investigaciones actuales. Útiles como punto de referencia,
que no quiere decir punto de partida, del debate sobre la comunicación social
en Latinoamérica y la integración mundial conocida por su término más
difundido: globalización.
En
el prólogo del libro, escrito por García Canclini, se anticipa cuáles serán las
preocupaciones temáticas y los enfoques a tratar por la reflexión de Martín
Barbero. Canclini sostiene: “Los primeros investigadores de los medios trataban
de saber cómo hacen éstos para manipular a sus audiencias. La súbita expansión
de la radio, el cine y la televisión llevó a creer que sustituían las
tradiciones, las creencias y solidaridades históricas, por nuevas formas de
control social. Este libro se aparta de tales supuestos. Con una visión menos
ingenua de cómo cambian las sociedades y de lo que hacen con su pasado cuando
irrumpen tecnologías novedosas, indaga cómo se fue desarrollando la
masificación antes de que surgieran los medios electrónicos: mediante la escuela
y la iglesia, la literatura de cordel y el melodrama, la organización masiva de
la producción industrial y del espacio urbano”[11]
La
comunicación social nuevamente se ve redefinida como objeto de estudio (objeto
científico: eje 1) Desde el prólogo, Canclini, anticipa que no se trata de
buscar en la masificación de los medios la constitución de la sociedad de
masas. La propuesta de Barbero consiste en mirar al fenómeno con una amplitud
mayor de la que se veía durante las décadas pasadas (’60 y ’70), por lo tanto
relativiza la importancia de medios masivos en tanto invenciones tecnológicas y
le da mayor importancia a cómo se relacionan las personas entre sí (de aquí el
título “de los medios a las mediaciones”).
Por
esta nueva arista se encargará Barbero de transitar en el trabajo citado y por
este camino explora el pasado bajo esta perspectiva, con una nueva mirada. En
este recorrido histórico encuentra la comunicación en la conformación de la
modernidad, y aún antes, en la denominada época oscura, en el medioevo europeo.
Recordemos: en el eje 2 vimos que el fenómeno de la comunicación masiva despierta
el interés de los científicos alrededor de los años ’20, coincidiendo con la expansión
de la radio. Si la condición propuesta por Barbero es justamente no dejarse
determinar por las innovaciones tecnológicas en el campo de la comunicación,
entonces el fenómeno de la comunicación hay que reubicarlo en el tiempo y
buscarlo antes de la masificación de la radio. Así es entonces que el fenómeno de
la masividad de la comunicación no es una exclusividad del siglo XX, ni
siquiera puede señalarse que este fenómeno es propio de la modernidad, es un
fenómeno que puede rastrar sus antecedentes en
Pero no sólo reubica en el tiempo al fenómeno comunicacional, también introduce tímidamente (Canclini luego lo tomará como centro de la reflexión comunicacional) el espacio urbano como centro de interés para la comunicación social. Esto tiene como consecuencia en el campo de la investigación en comunicación social, junto a la elaboración de teorías, una expansión a nuevas áreas que comienzan a transitar estos estudios.
Hugo Assman |
Sociedad
de masas y la producción cultural de los sectores populares.
Tal
como hemos visto en el desarrollo de este espacio, el concepto de sociedad de
masas también es un punto importante en la propuesta de Barbero. En la parte 1
del libro realiza una descripción de cómo se desarrolló la sociedad de masas, y
su expresión cultural en la cultura de masas. El recorrido comienza en Europa
en el siglo XVII con los usos otorgados al término de pueblo, y luego a lo
largo del siglo XIX, se transformará al término de pueblo en masa. En los años
’40, ya en el siglo XX, coincidiendo el final de la segunda guerra mundial y
con la construcción de la hegemonía norteamericana los teóricos (esta vez
Norteamericanos como Daniel Bell, Edward Shils, D.M. White) miran el fenómeno
de la sociedad de masas con mejores ojos que los europeos. Estos miran a la
sociedad de masas como un importante aporte a la constitución de la nueva
formación del capitalismo dentro de la sociedad de consumo. Por esta razón la
sociedad de masa en EEUU es aceptada como la nueva formación que representa no
sólo al nuevo capitalismo, sino también a un nuevo país hegemónico y una nueva
potencia mundial. Barbero reconoce a los teóricos norteamericanos los aportes sobre
la incorporación de las masas a la vida social de una nación, es decir los
incorporan como ciudadanos. Sin embargo Barbero sostienen que en el límite de
estos planteos se encuentra una paradoja: “Ello mediante una concepción de la
cultura que, aunque supera sin duda el idealismo aristocrático, permanece
amarrada al idealismo liberal que desvincula la cultura del trabajo como
espacios separados de la necesidad y del placer, y conduciéndola a un
culturalismo que acaba reduciendo la sociedad a cultura y la cultura a consumo.
Y de este modo –otra vez la paradoja de los sociólogos y psicólogos
norteamericanos contra el pesimismo aristocrático de los pensadores del siglo
XIX y XX con éste en un punto crucial: la incorporación de las masas a la sociedad
significaría, para mal o para bien, la disolución-superación de las clases
sociales. Con lo que sigue haciéndose impensable el modo de articulación específica de los
conflictos que tienen su lugar en la cultura y la imbricación de la demanda
cultural en la producción de hegemonía”[12]
De
esta paradoja señalada por Barbero podemos extraer una conclusión: solo la
sociedad de consumo y el consumo ligada a esta, incorporaría a las masas a la
sociedad como ciudadanos. Como balance, sobre el desarrollo de lo que se
denominaba el pueblo (desde el s.
XVIII en Europa) termina siendo absorbido por la categoría de masa (hasta principios del s. XX en
EEUU), señala: “Queda la denominación de popular atribuida a la cultura de masa
operando como un dispositivo de mistificación histórica, pero también planteando
por vez primera la posibilidad de pensar en positivo lo que les pasa
culturalmente a las masas. Y esto constituye un reto lanzado a los ‘críticos’
en dos direcciones: la necesidad de incluir en el estudio de lo popular no sólo
aquello que culturalmente producen las masas, sino también lo que consumen,
aquello de que se alimenta; y la de pensar lo popular en la cultura no como
algo limitado a lo que tiene que ver con su pasado –y un pasado rural-, sino
también y principalmente lo popular ligado a la modernidad, el mestizaje y la
complejidad de lo urbano.”[13]
Los
sectores populares y su importancia en la constitución de la modernidad
El
tema de los sectores populares, en los planteos de Martín Barbero, no se reduce
simplemente a una elaboración histórica del término. Barbero recorre en su
trabajo la producción cultural de los sectores populares durante la
conformación de la modernidad. Recordemos que la historia hegemónica sobre la
modernidad hasta ahora tenía como protagonistas a señores (en su mayoría) con
tiempo para la elaboración de pensamientos. Sin embargo Barbero en su recorrido
de lecturas encuentra en la creatividad cultural de los sectores populares de
Como
vimos la ilustración europea había logrado incorporar a
Al
parecer la propuesta parece simplemente un reordenamiento de algunos datos,
cambio de algunos nombres y cosas por el estilo. Sin embargo las consecuencias
de la propuesta cuestionan algunos cimientos del pensamiento social occidental
moderno. Por ejemplo: a) los orígenes de la modernidad no se encuentran en la
ilustración sino un poco más atrás en el tiempo[14]
b)
a su vez esto implica mirar de manera diferente las revoluciones que se le
adjudican a la modernidad y la burguesía del siglo XVIII. Los protagonistas de
la modernidad y la cultura ilustrada no serían exclusivamente los nombrados por
la “historia oficial” sino que dentro de esta existen deudas con sectores y procesos
sociales que se habían mantenido en la oscuridad.
c)
Con este ejercicio intelectual, Marín Barbero, introduce en la constitución de
la sociedad de masa elaborada por los teóricos del siglo XIX, los campesinos y
el vulgo[15], no como un efecto
secundario de la modernización sino como protagonistas del mismo proceso.
d)
Por extensión, la cultura de masa entonces tendría aspectos de la cultura
popular del medioevo[16].
El entorno prometido a Juanito Laguna, Antonio Berni, 1962. |
Es necesario aclarar que para Barbero no es lo mismo la cultura de masas y la cultura popular. “Masa designa, en el momento del cambio, el modo como las clases populares viven las nuevas condiciones de existencia, tanto en lo que ellas tienen de opresión como en lo que las nuevas relaciones contienen de demanda y aspiraciones de democratización social. Y de masa será la cultura que llaman popular. Pues en ese momento, en que la cultura popular tendía a convertirse en cultura de clase, será esa misma cultura la minada desde dentro y transformada en cultura de masas. Sabemos que esa inversión venía gestándose de tiempo atrás, pero ella no podía hacerse efectiva sino cuando, al transformarse las masas en clases, la cultura cambiara de oficio, y se convirtiera en espacio estratégico de la hegemonía pasando a mediar, esto es, cubrir las diferencias y reconciliar los gustos. (…) Pero esa mediación y ese consentimiento sólo fueron posibles históricamente en la medida en que la cultura de masa se constituye activando y deformando al mismo tiempo señas de identidad de la vieja cultura popular, e integrando al mercado las nuevas demandas de las masas (…) La cultura de masa no aparece de golpe, como un corte que permita enfrentarla a la popular. Lo masivo se ha gestado lentamente desde lo popular.”[17]
La
cultura de masa es redefinida tomando en cuenta lo popular, dejando de lado la identificación
de la cultura de masa con los procesos tecnológicos, es decir la cultura de
masa no es la “standarización del gusto” o la degradación del gusto. La cultura
de masa es la cultura producida por un sector social que no es el hegemónico y
el objetivo de esta cultura es justamente el de mediar entre los sectores
sociales acomodados y los populares. Claro está que esta función le fue
“otorgada” por la burguesía, por medio de la deformación de lo que le era
propio. A pesar de esto parte de esta cultura de masa deja traslucir ciertos
aspectos críticos de la cultura popular.
La
cultura de masa de esta manera se define en relación a un proceso político de
largo aliento y complejo que va desde la homogeneización de los pueblos en la
categoría de pueblo en singular (antes de la consolidación de los Estados los
sectores populares se agrupaban en clanes, regiones y una multiplicidad de grupos
y subgrupos. Los Estados nacionales reagruparon a todos estas diferencias
sociales en la categoría de pueblo, en singular, y para esto tuvieron que crear
una (1) idea de cultura nacional).[18] El proceso continúa hasta
el desplazamiento de la categoría de pueblo a la de masa, la que como hemos
vistos será aprovechada por la nueva posición geopolítica de los Estados Unidos
del Norte y la sociedad de consumo.
La
modernidad en América Latina.
Para
Barbero la modernización en América Latina tiene rasgos singulares que la
diferencian de “otras modernidades”. Una de estas características es de ser una
modernidad descentrada, esto quiere decir que no se da homogéneamente en todos
los países del continente, con una hibridación que le es propia a la
constitución etnográfica, racial y cultural de sus países. Además con
descentrada también se refiere a que la conformación de Estado y Nación en
nuestro continente aparecen de forma despareja, a destiempo uno de otro. En
algunos países en América Latina el Estado le antecede a
Otra
de las características a tener en cuenta de las singularidades de la modernidad
en América Latina es como se incorporan al sistema político las clases
populares. Si en Europa los sectores populares protagonizan un proceso que
luego les será enajenado por la burguesía, en América Latina pareciera ser el
Estado quien recurre a los sectores populares más que estos por organización
propia accedieran al Estado. Finalmente la otra característica distintiva es la
función política, más que ideológica, de los medios masivos de comunicación. En
vez de manipular, persuadir o influir, los medios masivos funcionarán como una
fuerza política, una fuerza que constituye, algo que da forma y arma. Serán los
medios quienes finalmente suturarán la brecha entre las diferentes
representaciones culturales (que imposibilitaban lo nacional) y la necesidad de
homogeneización cultural, una dirección con el nombre de cultura nacional. Es
necesario aclarar que este rol también es extendido a los Estados Unidos del
Norte pero con algunas diferencias en los inicios de expansión sobre el
territorio con la colonización por parte de los “pioneros”.[19]
Pero
si Barbero le otorga a los medios un rol central en la constitución de la
cultura nacional en América Latina, no hay que dejarse confundir. Las masas
latinoamericanas se constituyeron en relación a la gran migración interna del
campo a la ciudad que se registra a principios del siglo XX y no a los medios
de comunicación. Es por esta razón que las ciudades se vuelven textos para ser
leídos en forma de nuestra historia, porque en la conformación de las ciudades
en América Latina se encuentran las huellas de la inteligencia popular
convertida en masa urbana.[20]
Como
en todo el recorrido de su trabajo la propuesta de Barbero es pensar no
solamente la estructura económica o el contenido ideológico, nuevamente, es
necesario ver las mediaciones es decir, como los medios “adquirieron
materialidad institucional y espesor cultural, (…) Pero si no existen
mediaciones políticas ni culturales en la historia de los medios es sin duda
porque la mayoría de la historia que se escribe en América Latina sigue aún
dejando fuera el espacio cultural, o reduciéndolo al de sus registros cultos
-el Arte,
Andrés Collado 2006
[1] MARTÍN-BARBERO, Jesús.
“De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía.”
Editorial: Gustavo Pili, S.A. Barcelona-México. 1987.
[2] Ibidem. Prólogo de
CANCLINI Pág. 5
[3] Ibidem. Pág. 47
[4] Idem anterior.
[5] Ibidem. pág. 73. Ver también 104-109.
[6] “lo que se mueve en la ciudad”, lo popular-urbano en su oposición al
campesino”, en: “Lo que pone el pueblo”, 116. Ver también pág. 111: “vulgar es
lo plebeyo y callejero, lo desviado y lo contaminado”
[7] “Un cambio en la perspectiva histórica
sobre lo popular implicaba una relectura del período en que, para
Occidente, lo popular se constituye en cultura:
[8] Ibidem, pág. 135. Ver
también 95
[9] Ibidem. 95-99.
[10] Ibidem pág. 165.
[11] Ibidem. 176 y 177.
[12] Ibidem. 177 y 178
[13] Aunque luego continuaron
al frente del proceso de la revista los dos primeros, durante los años 1973 y
1985 –con 14 números- tiempo que duró la edición de este instrumento,
participaron una gran cantidad de investigadores que en la actualidad siguen
siendo referentes e el campo. Ver en:
LENARDUZZI, Victor: “Revista “Comunicación y Cultura”. Intinenarios
ideas y pasiones. Ed. Eudeba, Buenos Aires 1998
[14] Idem. Pág. 25 y ss.
[15] Idem. Pág. 27
[16] Idem. Pág. 34 y ss.
[17] Idem. Pág. 45 y ss.
[18] Nos referimos con nueva era al momento histórico del desarrollo y
posibilidades de los satélites de comunicaciones (es necesario recordar que en
primer medida estos aparatos se desarrollaron para fines militares). Por otra
parte este desarrollo es acompasado por una retórica sobre la importancia de
estos nuevos aparatos en relación a la
educación en las sociedades postindustriales.
[19] Entre los años ’80 y ’90
algunos estados europeos, como Francia por ejemplo, encargan investigaciones y
descripciones del campo de la comunicación masiva a investigadores para poder
elaborar nuevas políticas comunicacionales. El informe francés es conocido como
el “informe Nora-Minc”, en honmor a los apellidos de los investigadores. Otro
de los informes es el conocidísimo “informe Mc Bride”, titulado “Un solo mundo
múltiples voces” (mediados de los ’80)
[20] Idem. pág. 46
[21] Idem. pág. 47
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