TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN. PARTE 5

Escuelas Latinoamericanas de Comunicación. Introducción.

 Hasta ahora hemos recorrido dos geografías distintas dentro de nuestro viaje teórico por la comunicación social. En los ejes 2 y 3 vimos los estudios de la comunnicattion research en los Estados Unidos de Norteamérica. En el eje 4 recorrimos dos escuelas en Europa, emparentadas, pero diferentes, en contextos y geografías como Frankfurt en Alemania y Birmingham en Gran Bretaña. En este eje la propuesta es recorrer nuestro continente en relación a las producciones teóricas elaboradas desde este contexto específicamente.

Sin embargo antes de iniciar este recorrido debemos realizar una aclaración. En el presente se pone en duda – en contra de las posiciones que afirman- la existencia de una corriente, casi autónoma (es decir con características propias), de estudios latinoamericanos en comunicación social. Algunos cientistas sociales insisten sobre la presencia de una “línea” latinoamericana de investigación en comunicación social que se desarrolla de forma creativa y autónoma de los aportes que ya hemos visto. Estas investigaciones a veces se las nombra como estudios latinoamericanos. Otras posiciones, critican la posibilidad de que los estudios realizados por algunos autores latinoamericanos sean considerados como una corriente separada de las que hemos estudiado. Se sostienen, en los argumentos, de que en realidad lo que se conoce como estudios latinoamericanos en comunicación es una derivación del giro en los enfoques producido por la escuela de Birmingham.

Antes de continuar recordemos brevemente como había sido descrita la posición de Latinoamérica en relación con los demás países modernos. Nuestro continente era considerado como parte de las colonias europeas que configuraban las distintas fuerzas mundiales dominantes, desde el siglo XV hasta el siglo XIX. En nuestro territorio y durante este tiempo las distintas administraciones estaban bajo las órbitas de las coronas de España, Inglaterra y/o Francia, según los diferentes momentos o según la geografía. Después de las guerras de independencia y la constitución de los estados modernos (este proceso se completa en nuestro continente a finales del siglo XIX)  los términos de las relaciones internacionales cambiarán. Nuestros países dejarán de ser colonias de algunos países europeos y pasarán a cubrir un nuevo rol dentro de la producción internacional de mercancías. El término de países periféricos, como se conoce a los países de nuestro continente, describe una nueva situación internacional: la presencia del capitalismo imperialista que es una nueva fase del desarrollo del capitalismo monopólico, el cual estará encabezado por los Estados Unidos de América del Norte, afirmado desde la primera mitad del siglo XX. Esta descripción política-económica del desarrollo de nuestros países atravesó el campo de la economía y la geopolítica; y se asentó en el desarrollo cultural y en el de las ideas. Así se consolidó un discurso el cual marcaba también las condiciones de dependencia en nuestro desarrollo cultural. Resumiendo, después de la segunda guerra mundial, se consideran a las ideas y la cultura circulantes por nuestro continente como un reflejo de los centros extranjeros, signo de que el imperialismo también es cultural.


Retomemos el debate sobre los estudios latinoamericanos en comunicación. Si la escuela británica había mostrado los rasgos originales de la cultura de los sectores trabajadores y los grupos periféricos de la sociedad, este mismo criterio podría ser aplicado a nivel internacional. Como es de imaginar los planteos de Birmingham parecen el anillo para el dedo de los cientistas sociales periféricos. Desde esta perspectiva se pueden encarar los estudios sobre comunicación (y muchos otros) en relación a la originalidad de una sociedad, y no lo que refleja ésta de la dominación o la influencia externa. Dado este debate es que en la unidad hay una pregunta abierta: ¿
Los estudios latinoamericanos o los estudios en Latinoamérica?

La disputa teórica no se cierra, pero cabe aclarar que las posiciones favorables a denominar esta corriente de comunicación social como latinoamericana encuentran nuevos apoyos desde otras disciplinas, y en especial de una línea de investigación contemporánea. Nos referimos a los estudios de las ideas latinoamericanas y la filosofía latinoamericana, corrientes de investigación fuertemente consolidada. Estos son campos diferentes a los estudios de comunicación y el periodismo, sin embargo mantienen una relación no sólo por pertenecer al grupo de las ciencias sociales, sino porque existen una cantidad importante de profesionales de la comunicación trabajando en estas corrientes.

 

Comunicación y cultura como herramientas de liberación en América Latina.

 

A pesar del debate académico sobre la originalidad o no de estudios latinoamericanos en comunicación es posible evitar el estancamiento del debate realizando un salto. Tal como lo hemos intentado en los ejes anteriores nos centraremos en definir la originalidad de las teorías propuestas en Latinoamérica incorporando el contexto social, es decir retomando la historia y la política de nuestro continente. En todo caso tampoco han existido históricamente propuestas originales, debida cuenta que cada tradición le debe su presencia a diferentes aportes que exceden su presente histórico y geográfico.

Uno de estos proyectos teóricos se encuentra representado por una publicación que aglutinó y dio una forma singular al debate de la comunicación y la cultura desde principios de los años 70 hasta mediados de los años ’80. Nos referimos a la revista “Comunicación y cultura. La comunicación masiva en el proceso político latinoamericano” la cual fue elaborada por uno de los grupos de intelectuales más importantes a nivel de las investigaciones en comunicación en América Latina: Héctor Schmucler (argentino), Armand Mattelart (belga-residente en Chile) y Hugo Assman (brasileño). Esta revista de análisis y crítica se inicia en Chile, en el año 1973, inmerso en el proceso final del gobierno de Allende y continúa hasta 1985 desde México. En sus 14 ediciones que componen el total de las publicaciones tiene un breve paso por Argentina en el año 1974, donde se imprime desde Buenos Aires después del golpe y la caída del gobierno de Allende en septiembre de 1973.[1]


Dos ideas son las que guían a esta publicación y justifican la relevancia para los estudios en teoría de la comunicación. En primer término, “Comunicación y cultura…” se enmarca dentro de una publicación bajo los términos de compromiso político, esto determinado por supuesto, como todas las corrientes críticas que hemos visto, por la influencia del marxismo. En segundo lugar incorpora al debate político latinoamericano “setentista” la importancia de la comunicación y su vínculo con la cultura. Por supuesto, estas dos instancias se articulan y definen una a la otra. Lo político determina la definición de la comunicación y la comunicación redefinía la acción política. Estas dos ideas, que recorrieron las diversas ediciones de “Comunicación y cultura…”, presentan el marco de referencia para comprender el desarrollo de la reflexión sobre la comunicación y el periodismo durante los años ’70, en nuestro continente.

Es importante diferenciar las escuelas de los estudios en comunicación vistas en los ejes anteriores y la incorporación de “Comunicación y Cultura…” dentro de nuestro recorrido teórico (Debida cuenta que no se trata formalmente de una “escuela” o instituto tal como los presentados hasta ahora). Sin embargo, a nuestro parecer, la institucionalización dentro del campo científico por medio de escuelas o institutos de investigación, etc. simplemente es una (1) de las maneras de reconocer los aportes teóricos sobre un fenómeno o un objeto teórico particular, en nuestro caso la comunicación. Esto no invalida que los aportes teóricos provengan desde otros ángulos del campo científico, incluso sobrepasando a este. Es en este sentido y en este marco donde incorporamos a “Comunicación y cultura…” dentro de nuestro recorrido, es decir reconocemos sus aportes al campo de la investigación en comunicación por medio de su compromiso político y cómo desde este se redefinió y definió la comunicación en América Latina.

 

Aportes teóricos desde “Comunicación y cultura. La comunicación masiva en el proceso político latinoamericano.”

 

Hemos avanzado en el párrafo anterior anunciando los límites teóricos a considerar de la revista “Comunicación y cultura…” teniendo en cuenta de que ésta no  constituye formalmente una escuela. Determinar los límites de los aportes de este proyecto político-editorial no significa restarle importancia a las reflexiones del campo durante esta etapa; o que los aportes, por ser políticos, no tienen importancia científica. Utilizamos el término de límite para marcar o señalar (exageradamente) la articulación de la reflexión científica con la realidad política y social de una geografía determinada. Tal como lo hemos hecho en los ejes anteriores. En este caso particular la reflexión científica en “Comunicación y cultura…” tiene como contexto un periodo bastante complejo para América Latina: habíamos dicho ya, la última etapa del gobierno de Salvador Allende en Chile, el avecinamiento de la dictadura de Pinochet; sumado a esto la radicalización de los movimientos de guerrilla y la represión militar por parte de los Estados en América Latina y paralelamente la política de ayuda militar y estratégica de los EEUU a las dictaduras de nuestro continente coincidiendo con la frustrada intervención en el sudeste asiático, con la derrota en Vietnam. En este apretado resumen se puede apreciar que los esfuerzos por reflexionar sobre el fenómeno de la comunicación se vincularían de manera muy estrecha con la realidad social y política que se presenta en América Latina durante este período.


Hector Schmucler.


El esquema interpretativo que venimos elaborando, desde los ejes anteriores, plantea -en mayor o menor medida- que es posible describir el tipo de sociedad representada a partir de la teoría que se propone para resolver un determinado fenómeno. Podemos acercarnos, por medio del estudio de las teorías, a los problemas que a su vez definieron la realidad social de ese momento histórico. Así los aportes teóricos tienen la doble potencialidad de describir un problema pero también de que éste se inscribe dentro de las condiciones de la sociedad de donde emerge.

En las líneas siguientes presentaremos, de modo esquemático, algunos de los aportes de esta revista a los estudios en comunicación desde América Latina con las intenciones de que también colaboren a pensar sobre la época en la cual fueron planteados:

- Expansión del campo de investigación en comunicación: los directores describen a la comunicación desde un punto de vista bastante definido ”La propia elección del nombre instalaba como un hito una relación: la comunicación debía pensarse junto a la cultura, aunque no significaba ‘culturalismo’, más bien se sostenía en una dialéctica cultura/sociedad”[2] La comunicación masiva expande el campo de estudio de la investigación, se involucran en el mismo la economía, la política, obviamente la cultural y también el sistema escolar.

- Apuesta por la definición de comunicación masiva: adoptando esta categoría desde el sub-título de la revista, y aclarada en la editorial del primer número,  Se separa de la categoría de industria cultural y se acerca al de cultura de masas, esta última abandonada por los frankfurtianos. Según el trabajo de Lenarduzzi sobre esta publicación el acercamiento a esta segunda categoría (cultura de masas) es producida por la aparición del “pueblo” en la teoría. Esto se diferencia de la de masa y la de audiencia elaborada por los estudios administrativos o de la comunnication research. Sin embargo es necesario aclarar que cultura de masas para los directores de la revista era un equivalente de la cultura burguesa, es decir de la cultura dominante.[3]

- Crítica al funcionalismo y al estructuralismo norteamericano. Nosotros lo vimos en el eje 3 como simplemente la escuela funcionalista. La crítica de los participantes de la revista se dirigía al esquematismo de la representación social en la teoría provenientemente del norte. La idea de “sociedad terminada” y acabada que proponía el funcionalismo se presentaba como una condición para describir al mundo desarrollado, un modelo al cual había que copiar. Esto implicaba, por supuesto, que cualquier experiencia diferente a la sociedad de consumo experimentada y promovida por los Estados Unidos de Norteamérica se lo tomara como una vía equivocada para el desarrollo. Por otra parte también elaboraron una interpretación crítica de la variante lingüística de la comunicación del estructuralismo. Como sabemos el esquema de la lingüística estructural promovida por Jackobson desde los Estados Unidos de Norteamérica, el esquema E-M-R, se leía como una extensión de la descripción de sociedad terminada, igual a la descripción promovida por el funcionalismo. Si bien esta mirada sobre nuestro objeto representaba un gran avance desde la teoría hipodérmica, el esquema lingüístico no daba cuenta de lo que se disponía de fondo, es decir: la propiedad de los medios, la intencionalidad ideológica del Emisor etc.  

Nestor García Canclini



 

- Si bien las investigaciones dentro de la revista criticaban al estructuralismo y al funcionalismo, el blanco principal de las críticas se dirigía a la Mass comunnication research, rescatando de las críticas a los estudios sobre semiología o lingüística en general. La semiología como instrumento de análisis era rescatada de esta crítica (fundamentalmente por Mattelart) tomando los aportes de Greimas, Julia Kristeva y Roland Barthes. Así es como “La semiología era asumida como parte del instrumental teórico que permitía descifrar el sentido no manifiesto de los discursos sociales, particularmente los que circulaban en los medios masivos, pero también en el sistema educativo.(…) La semiología -recuerda Schmucler- se mantuvo durante un tiempo como el gran instrumento de denuncia de la ideología burguesa. Quiero decir, todo el movimiento –primero más tradicional de estudio lingüístico, previo a los sesenta- con la impronta de Roland Barthes, era la denuncia de la sociedad. La semiología como la ciencia de las ciencias, la crítica de todos los lenguajes (…) Es la semiología como desciframiento ideológico del discurso”[4]

El impacto de las lecturas semiológicas se dirigía hacia el “descubrimiento” de la ideología dentro de los mensajes de la burguesía. Es en este marco que “Cómo leer al pato Donald” se incorpora como uno de los trabajos más importantes en América Latina dentro de los estudios de comunicación social.

- Reflexión sobre la tecnología: uno de los momentos teóricos más originales, bajo nuestro parecer, de “Comunicación y cultura…” fue –siguiendo las palabras de Víctor Lenarduzzi- “sentar las bases teóricas de aproximación (al) problema de la tecnología y sus impactos socio-culturales”[5] Las observaciones relacionadas como en el cambio tecnológico, planificadas desde grandes empresas de satélites y del mismo estado norteamericano, se incorporan a la revista en los primeros números. En la década de los ’80 el tema de la tecnología de comunicaciones masivas en una nueva era[6] se convertiría en uno de los ejes centrales de la reflexión de los estudios en comunicación social. Esta problemática se instituye como un tópico cada vez más recurrente en los investigadores en comunicación social, pero fundamentalmente su influencia se expande hacia los estados nacionales[7]. A este complejo contexto, político-geográfico-comunicacional, se lo conoce (o conoció) como el NOMIC (Nuevo Orden Mundial de la Comunicación y la Información)

“Quien, por lo general, abordaba el problema en cruce con su dimensión filosófica era Héctor Schmucler, preocupado –desde cierta inspiración hedeggeriana- por la razón que se manifiesta como dominio y forma de conquista y proclama la superioridad del hombre –su arrogancia- sobre el mundo a través del “cálculo” y el “control”. Pero esa arrogancia –de la que la idea de “existencia” muestra el límite- olvidaba el ser e incluso reducía el momento creativo de la razón al ejercicio del dominio (Schmucler 1984)”[8]

Otro de los aportes críticos al desarrollo tecnológico de la comunicación dentro de la revista en los años ’80 sería el de Salinas Bascur quien evalúa al problema desde una perspectiva socio política. “Luego de revisar la situación de los países de América Latina y el Tercer Mundo en relación a las nuevas tecnologías y de señalar la necesidad de formular políticas, Salinas Bascur objetaba la persistencia de ‘una concepción de la información que reduce al fenómeno de los medios masivos, y que al mismo tiempo le adjudica sólo un papel ideológico a la sociedad (…) Hoy esto sigue siendo cierto, pero ocurre, además, que la información se ha insertado en el corazón mismo de la economía y que, más allá de su papel en la esfera ideológica y del consumo, es un  recurso primario de la producción (Salinas Bascur 1984)”[9]

Jesús Martín Barbero

Redefinición epistemológica de los estudios culturales en Latinoamérica 

            Uno de los referentes principales de los estudios latinoamericanos o en Latinoamérica es el colombiano Jesús Martín-Barbero, que junto a Néstor García Canclini (argentino radicado en México) constituyen el par de autores más referenciado en los antecedentes de los estudios de comunicación en Latinoamérica. La referencia por supuesto es tanto positiva como negativa debida cuenta, como decíamos al principio de este eje, según sea la posición que adopte el lector en el debate sobre los estudios en Latinoamérica o estudios latinoamericanos.

En 1985,  Jesús Martín-Barbero, publica un libro, (en la actualidad sigue siendo un faro dentro de la línea teórica latinoamericana) bajo el título: “De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía”[10]. Usamos la metáfora del faro no como ejemplo de “iluminación” que señala un camino, más bien la metáfora recupera la idea de una herramienta que sirve de referencia, como los faros a las orillas de una playa. A pesar de las críticas realizadas durante todo este tiempo, las ideas planteadas por Barbero a mediados de los ochenta (y por su parte por los mismos años Canclini), todavía son fuente de antecedentes y argumentos para las investigaciones actuales. Útiles como punto de referencia, que no quiere decir punto de partida, del debate sobre la comunicación social en Latinoamérica y la integración mundial conocida por su término más difundido: globalización.

En el prólogo del libro, escrito por García Canclini, se anticipa cuáles serán las preocupaciones temáticas y los enfoques a tratar por la reflexión de Martín Barbero. Canclini sostiene: “Los primeros investigadores de los medios trataban de saber cómo hacen éstos para manipular a sus audiencias. La súbita expansión de la radio, el cine y la televisión llevó a creer que sustituían las tradiciones, las creencias y solidaridades históricas, por nuevas formas de control social. Este libro se aparta de tales supuestos. Con una visión menos ingenua de cómo cambian las sociedades y de lo que hacen con su pasado cuando irrumpen tecnologías novedosas, indaga cómo se fue desarrollando la masificación antes de que surgieran los medios electrónicos: mediante la escuela y la iglesia, la literatura de cordel y el melodrama, la organización masiva de la producción industrial y del espacio urbano”[11]

La comunicación social nuevamente se ve redefinida como objeto de estudio (objeto científico: eje 1) Desde el prólogo, Canclini, anticipa que no se trata de buscar en la masificación de los medios la constitución de la sociedad de masas. La propuesta de Barbero consiste en mirar al fenómeno con una amplitud mayor de la que se veía durante las décadas pasadas (’60 y ’70), por lo tanto relativiza la importancia de medios masivos en tanto invenciones tecnológicas y le da mayor importancia a cómo se relacionan las personas entre sí (de aquí el título “de los medios a las mediaciones”).

Por esta nueva arista se encargará Barbero de transitar en el trabajo citado y por este camino explora el pasado bajo esta perspectiva, con una nueva mirada. En este recorrido histórico encuentra la comunicación en la conformación de la modernidad, y aún antes, en la denominada época oscura, en el medioevo europeo. Recordemos: en el eje 2 vimos que el fenómeno de la comunicación masiva despierta el interés de los científicos alrededor de los años ’20, coincidiendo con la expansión de la radio. Si la condición propuesta por Barbero es justamente no dejarse determinar por las innovaciones tecnológicas en el campo de la comunicación, entonces el fenómeno de la comunicación hay que reubicarlo en el tiempo y buscarlo antes de la masificación de la radio. Así es entonces que el fenómeno de la masividad de la comunicación no es una exclusividad del siglo XX, ni siquiera puede señalarse que este fenómeno es propio de la modernidad, es un fenómeno que puede rastrar sus antecedentes en la Edad media y se encuentra construida por las prácticas del pueblo y no de los nobles.

Pero no sólo reubica en el tiempo al fenómeno comunicacional, también introduce tímidamente (Canclini luego lo tomará como centro de la reflexión comunicacional) el espacio urbano como centro de interés para la comunicación social. Esto tiene como consecuencia en el campo de la investigación en comunicación social, junto a la elaboración de teorías, una expansión a nuevas áreas que comienzan a transitar estos estudios.

Hugo Assman

 

Sociedad de masas y la producción cultural de los sectores populares.  

 

Tal como hemos visto en el desarrollo de este espacio, el concepto de sociedad de masas también es un punto importante en la propuesta de Barbero. En la parte 1 del libro realiza una descripción de cómo se desarrolló la sociedad de masas, y su expresión cultural en la cultura de masas. El recorrido comienza en Europa en el siglo XVII con los usos otorgados al término de pueblo, y luego a lo largo del siglo XIX, se transformará al término de pueblo en masa. En los años ’40, ya en el siglo XX, coincidiendo el final de la segunda guerra mundial y con la construcción de la hegemonía norteamericana los teóricos (esta vez Norteamericanos como Daniel Bell, Edward Shils, D.M. White) miran el fenómeno de la sociedad de masas con mejores ojos que los europeos. Estos miran a la sociedad de masas como un importante aporte a la constitución de la nueva formación del capitalismo dentro de la sociedad de consumo. Por esta razón la sociedad de masa en EEUU es aceptada como la nueva formación que representa no sólo al nuevo capitalismo, sino también a un nuevo país hegemónico y una nueva potencia mundial. Barbero reconoce a los teóricos norteamericanos los aportes sobre la incorporación de las masas a la vida social de una nación, es decir los incorporan como ciudadanos. Sin embargo Barbero sostienen que en el límite de estos planteos se encuentra una paradoja: “Ello mediante una concepción de la cultura que, aunque supera sin duda el idealismo aristocrático, permanece amarrada al idealismo liberal que desvincula la cultura del trabajo como espacios separados de la necesidad y del placer, y conduciéndola a un culturalismo que acaba reduciendo la sociedad a cultura y la cultura a consumo. Y de este modo –otra vez la paradoja de los sociólogos y psicólogos norteamericanos contra el pesimismo aristocrático de los pensadores del siglo XIX y XX con éste en un punto crucial: la incorporación de las masas a la sociedad significaría, para mal o para bien, la disolución-superación de las clases sociales. Con lo que sigue haciéndose impensable el modo de articulación específica de los conflictos que tienen su lugar en la cultura y la imbricación de la demanda cultural en la producción de hegemonía”[12]

De esta paradoja señalada por Barbero podemos extraer una conclusión: solo la sociedad de consumo y el consumo ligada a esta, incorporaría a las masas a la sociedad como ciudadanos. Como balance, sobre el desarrollo de lo que se denominaba el pueblo (desde el s. XVIII en Europa) termina siendo absorbido por la categoría de masa (hasta principios del s. XX en EEUU), señala: “Queda la denominación de popular atribuida a la cultura de masa operando como un dispositivo de mistificación histórica, pero también planteando por vez primera la posibilidad de pensar en positivo lo que les pasa culturalmente a las masas. Y esto constituye un reto lanzado a los ‘críticos’ en dos direcciones: la necesidad de incluir en el estudio de lo popular no sólo aquello que culturalmente producen las masas, sino también lo que consumen, aquello de que se alimenta; y la de pensar lo popular en la cultura no como algo limitado a lo que tiene que ver con su pasado –y un pasado rural-, sino también y principalmente lo popular ligado a la modernidad, el mestizaje y la complejidad de lo urbano.”[13]

 

Los sectores populares y su importancia en la constitución de la modernidad

 

El tema de los sectores populares, en los planteos de Martín Barbero, no se reduce simplemente a una elaboración histórica del término. Barbero recorre en su trabajo la producción cultural de los sectores populares durante la conformación de la modernidad. Recordemos que la historia hegemónica sobre la modernidad hasta ahora tenía como protagonistas a señores (en su mayoría) con tiempo para la elaboración de pensamientos. Sin embargo Barbero en su recorrido de lecturas encuentra en la creatividad cultural de los sectores populares de la Edad Media una importancia que se le había negado en el relato histórico. Es decir en un periodo anterior a la modernidad y la revolución industrial, en los carnavales de la Edad Media, encontramos una forma de pensamiento elaborado y racionalizado, pensamiento de los sectores populares, lo suficientemente complejo como para considerarlo un elemento gravitante en el desarrollo social.

Como vimos la ilustración europea había logrado incorporar a la Edad Media en la historia como un momento de oscuridad del desarrollo humano, en otras palabras parecía decir que lo sucedido en ese período no sería importante para la historia social. La modernidad tal como la hemos visto se encuentra determinada por la aparición de una serie de instrumentos científicos (Ver eje 1, “El siglo de las luces”), esto es: la modernidad es diferenciada del proceso anterior tomando en cuenta el ordenamiento (por ej: las enciclopedia) del pensamiento racional (razón) y por la creación de herramientas de medición. Tomando en cuenta el planteo principal de Barbero en relación a la comunicación, es decir relativizar la importancia de los medios en tanto invenciones tecnológicas y otorgar relevancia a cómo se relacionan las personas, la constitución de la modernidad debe ser reconsiderada. Así Barbero incorpora una nueva forma de mirar este proceso, que podemos introducir haciéndonos una pregunta: ¿y si la modernidad está constituida no por el ordenamiento racional del conocimiento sino por la producción cultural? La respuesta a esta pregunta resume la propuesta de Barbero: en otras palabras redefine la mirada sobre cómo se constituyó la modernidad en relación a la elaboración cultural de las sociedades.

Al parecer la propuesta parece simplemente un reordenamiento de algunos datos, cambio de algunos nombres y cosas por el estilo. Sin embargo las consecuencias de la propuesta cuestionan algunos cimientos del pensamiento social occidental moderno. Por ejemplo: a) los orígenes de la modernidad no se encuentran en la ilustración sino un poco más atrás en el tiempo[14]

b) a su vez esto implica mirar de manera diferente las revoluciones que se le adjudican a la modernidad y la burguesía del siglo XVIII. Los protagonistas de la modernidad y la cultura ilustrada no serían exclusivamente los nombrados por la “historia oficial” sino que dentro de esta existen deudas con sectores y procesos sociales que se habían mantenido en la oscuridad.

c) Con este ejercicio intelectual, Marín Barbero, introduce en la constitución de la sociedad de masa elaborada por los teóricos del siglo XIX, los campesinos y el vulgo[15], no como un efecto secundario de la modernización sino como protagonistas del mismo proceso.

d) Por extensión, la cultura de masa entonces tendría aspectos de la cultura popular del medioevo[16].

El entorno prometido a Juanito Laguna, Antonio Berni, 1962.

Es necesario aclarar que para Barbero no es lo mismo la cultura de masas y la cultura popular. “Masa designa, en el momento del cambio, el modo como las clases populares viven las nuevas condiciones de existencia, tanto en lo que ellas tienen de opresión como en lo que las nuevas relaciones contienen de demanda y aspiraciones de democratización social. Y de masa será la cultura que llaman popular. Pues en ese momento, en que la cultura popular tendía a convertirse en cultura de clase, será esa misma cultura la minada desde dentro y transformada en cultura de masas. Sabemos que esa inversión  venía gestándose de tiempo atrás, pero ella no podía hacerse efectiva sino cuando, al transformarse las masas en clases, la cultura cambiara de oficio, y se convirtiera en espacio estratégico de la hegemonía pasando a mediar, esto es, cubrir las diferencias y reconciliar los gustos. (…) Pero esa mediación y ese consentimiento sólo fueron posibles históricamente en la medida en que la cultura de masa se constituye activando y deformando al mismo tiempo señas de identidad de la vieja cultura popular, e integrando al mercado las nuevas demandas de las masas (…) La cultura de masa no aparece de golpe, como un corte que permita enfrentarla a la popular. Lo masivo se ha gestado lentamente desde lo popular.”[17]

La cultura de masa es redefinida tomando en cuenta lo popular, dejando de lado la identificación de la cultura de masa con los procesos tecnológicos, es decir la cultura de masa no es la “standarización del gusto” o la degradación del gusto. La cultura de masa es la cultura producida por un sector social que no es el hegemónico y el objetivo de esta cultura es justamente el de mediar entre los sectores sociales acomodados y los populares. Claro está que esta función le fue “otorgada” por la burguesía, por medio de la deformación de lo que le era propio. A pesar de esto parte de esta cultura de masa deja traslucir ciertos aspectos críticos de la cultura popular.

La cultura de masa de esta manera se define en relación a un proceso político de largo aliento y complejo que va desde la homogeneización de los pueblos en la categoría de pueblo en singular (antes de la consolidación de los Estados los sectores populares se agrupaban en clanes, regiones y una multiplicidad de grupos y subgrupos. Los Estados nacionales reagruparon a todos estas diferencias sociales en la categoría de pueblo, en singular, y para esto tuvieron que crear una (1) idea de cultura nacional).[18] El proceso continúa hasta el desplazamiento de la categoría de pueblo a la de masa, la que como hemos vistos será aprovechada por la nueva posición geopolítica de los Estados Unidos del Norte y la sociedad de consumo.

 

La modernidad en América Latina.

 

Para Barbero la modernización en América Latina tiene rasgos singulares que la diferencian de “otras modernidades”. Una de estas características es de ser una modernidad descentrada, esto quiere decir que no se da homogéneamente en todos los países del continente, con una hibridación que le es propia a la constitución etnográfica, racial y cultural de sus países. Además con descentrada también se refiere a que la conformación de Estado y Nación en nuestro continente aparecen de forma despareja, a destiempo uno de otro. En algunos países en América Latina el Estado le antecede a la Nación y en otros parece que la Nación le gana al Estado en su constitución.

Otra de las características a tener en cuenta de las singularidades de la modernidad en América Latina es como se incorporan al sistema político las clases populares. Si en Europa los sectores populares protagonizan un proceso que luego les será enajenado por la burguesía, en América Latina pareciera ser el Estado quien recurre a los sectores populares más que estos por organización propia accedieran al Estado. Finalmente la otra característica distintiva es la función política, más que ideológica, de los medios masivos de comunicación. En vez de manipular, persuadir o influir, los medios masivos funcionarán como una fuerza política, una fuerza que constituye, algo que da forma y arma. Serán los medios quienes finalmente suturarán la brecha entre las diferentes representaciones culturales (que imposibilitaban lo nacional) y la necesidad de homogeneización cultural, una dirección con el nombre de cultura nacional. Es necesario aclarar que este rol también es extendido a los Estados Unidos del Norte pero con algunas diferencias en los inicios de expansión sobre el territorio con la colonización por parte de los “pioneros”.[19]

Pero si Barbero le otorga a los medios un rol central en la constitución de la cultura nacional en América Latina, no hay que dejarse confundir. Las masas latinoamericanas se constituyeron en relación a la gran migración interna del campo a la ciudad que se registra a principios del siglo XX y no a los medios de comunicación. Es por esta razón que las ciudades se vuelven textos para ser leídos en forma de nuestra historia, porque en la conformación de las ciudades en América Latina se encuentran las huellas de la inteligencia popular convertida en masa urbana.[20]

Como en todo el recorrido de su trabajo la propuesta de Barbero es pensar no solamente la estructura económica o el contenido ideológico, nuevamente, es necesario ver las mediaciones es decir, como los medios “adquirieron materialidad institucional y espesor cultural, (…) Pero si no existen mediaciones políticas ni culturales en la historia de los medios es sin duda porque la mayoría de la historia que se escribe en América Latina sigue aún dejando fuera el espacio cultural, o reduciéndolo al de sus registros cultos -el Arte, la Literatura-, del mismo modo como la vida política de la Nación es casi siempre sólo la de la ‘gran política’, la política de los grandes hechos y las grandes personalidades, y casi nunca la de los hechos y la cultura política de las clases populares.”[21]

Andrés Collado 2006



[1] MARTÍN-BARBERO, Jesús. “De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía.” Editorial: Gustavo Pili, S.A. Barcelona-México. 1987.

[2] Ibidem. Prólogo de CANCLINI Pág. 5

[3] Ibidem. Pág. 47

[4] Idem anterior.

[5] Ibidem. pág. 73. Ver también 104-109.

[6] “lo que se mueve en la ciudad”, lo popular-urbano en su oposición al campesino”, en: “Lo que pone el pueblo”, 116. Ver también pág. 111: “vulgar es lo plebeyo y callejero, lo desviado y lo contaminado”

[7] “Un cambio en la perspectiva histórica  sobre lo popular implicaba una relectura del período en que, para Occidente, lo popular se constituye en cultura: la Edad Media” Barbero parece ver en la Edad Media europea rasgos que son parecidos a los que existen en Latinoamérica antes del siglo XV una sociedad preindustrial en donde se pueda ver lo creativo y autóctono de nuestra cultura y no algo retrasado. Barbero: pág. 73-94

[8] Ibidem, pág. 135. Ver también 95

[9] Ibidem. 95-99.

[10] Ibidem pág. 165.

[11] Ibidem. 176 y 177.

[12] Ibidem. 177 y 178


[13] Aunque luego continuaron al frente del proceso de la revista los dos primeros, durante los años 1973 y 1985 –con 14 números- tiempo que duró la edición de este instrumento, participaron una gran cantidad de investigadores que en la actualidad siguen siendo referentes e el campo. Ver en:

LENARDUZZI, Victor: “Revista “Comunicación y Cultura”. Intinenarios ideas y pasiones. Ed. Eudeba, Buenos Aires 1998

[14] Idem. Pág. 25 y ss.

[15] Idem. Pág. 27

[16] Idem. Pág. 34 y ss.

[17] Idem. Pág. 45 y ss.

[18] Nos referimos con nueva era al momento histórico del desarrollo y posibilidades de los satélites de comunicaciones (es necesario recordar que en primer medida estos aparatos se desarrollaron para fines militares). Por otra parte este desarrollo es acompasado por una retórica sobre la importancia de estos nuevos aparatos en  relación a la educación en las sociedades postindustriales.

[19] Entre los años ’80 y ’90 algunos estados europeos, como Francia por ejemplo, encargan investigaciones y descripciones del campo de la comunicación masiva a investigadores para poder elaborar nuevas políticas comunicacionales. El informe francés es conocido como el “informe Nora-Minc”, en honmor a los apellidos de los investigadores. Otro de los informes es el conocidísimo “informe Mc Bride”, titulado “Un solo mundo múltiples voces” (mediados de los ’80)

[20] Idem. pág. 46

[21] Idem. pág. 47


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